En un par de días estarán los colombianos celebrando una de las navidades más tristes. Las inundaciones continúan incontrolables, en la medida en que las represas se llenan y los ríos se desbordan. Hoy hace un par de días que no llueve, pero todo parece indicar que es apenas un respiro en medio de la tragedia. Según predicen los expertos las lluvias continuarán hasta el próximo año, y se juntará este invierno terrible con el del año próximo.
A los sufrimientos de ver perder sus casas con todas sus posesiones, fruto en la mayoría de los casos de esfuerzos inenarrables de años de trabajo, se unirá en los meses que vienen la falta de alimentos. En decenas, sino centenas, de pueblos y caseríos las cosechas y el ganado han desaparecido, de manera que el gobierno tendrá que importar la yuca, el ñame, el plátano, la carne y el resto de productos que comenzarán a escasear muy pronto. Los precios de mucho de ellos se dispararán y los pobres se encontrarán ante la otra tragedia de no tener con qué comprarlos.
Pero ahí no pararán las cosas. Si el invierno no amaina, regalo de navidad que le piden hoy cientos de miles de colombianos a su Dios, el éxodo de los pueblos hacia las ciudades crecerá en proporciones inmanejables. Y a los 3 ó 4 millones de desplazados por la violencia, se le unirán los nuevos, los de ahora, producto de la mediocridad y la corrupción de políticos, funcionarios y empresarios, que han aumentado, hasta más allá de cualquier previsión, los efectos mortales de las lluvias, del crecimiento del volumen de los ríos, en fin de las fuerzas de la naturaleza.
Se dice que habrá, entonces, que construir al menos cien mil viviendas. En Bolívar, en sólo este departamento, si se piensa en los pueblos que deberían relocalizarse, estaríamos hablando de no menos de 10 mil viviendas, y eso para aliviar apenas un poquito las necesidades que en esta materia tienen los bolivarenses. Sólo en Cartagena, por ejemplo, tenemos urgencia de no menos de 30 mil casas para familias sin techo o que habitan zonas de riesgos.
Y para colmo de males, en nuestra querida ciudad heroica, el programa bandera de la administración en materia de saneamiento ambiental, el macro proyecto más ambicioso, el Emisario Submarino, se encuentra a la deriva en alta mar, sus partes rotas y dispersas, y sin que nadie sepa qué va a suceder con esta enorme inversión. Tengo la impresión de que este emisario es un símbolo de los asuntos públicos de Cartagena. Décadas de manejo corrupto e ineficiente no se dejan corregir tan fácilmente, y antes de que enderecemos con firmeza el rumbo seguiremos soportando manejos aberrantes como el de los tubos a merced de las olas del Caribe.
Cuadro dantesco, más allá de lo usual, el que tenemos ante nuestros ojos. Las locomotoras del Presidente, sospecho, tendrán un muy difícil arranque en medio de un invierno que amenaza con destruir sus rieles. ¿Feliz navidad? ¿Próspero año nuevo?
*Historiador. Profesor de la Universidad de Cartagena.
alfonsomunera55@hotmail.com
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