Columna


“Soy homosexual y tengo derechos”

CLAUDIA AYOLA ESCALLÓN

11 de noviembre de 2010 12:00 AM

CLAUDIA AYOLA ESCALLÓN

11 de noviembre de 2010 12:00 AM

El sábado 24 de febrero de 2007 hallamos el cuerpo sin vida del profesor cubano de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Rolando Pérez. Lo asesinaron en su apartamento del barrio Torices y lo dejaron tendido en un charco de sangre. Le destrozaron el cráneo con un martillo de construcción. No se encontraron señales de lucha, al parecer Rolando fue atacado por la espalda, con un primer golpe que le fracturó el occipital. El día que lo encontramos era su cumpleaños. Había comprado una camisa nueva para la celebración. Rolando tenía una voz dulce, le gustaba fumar y bailaba bien. Pero Rolando, por encima de todos sus gustos y preferencias, era humano. Humano como ustedes. Humano como yo. En ese momento se habló de crimen pasional, como suele suceder cada vez que se mata a una mujer o a un homosexual. Crímenes pasionales. ¿Acaso se trata de un tipo de crimen que justifica la impunidad? En cuanto terminaron la diligencia de levantamiento, el cuerpo de Rolando fue llevado a Medicina Legal. Era sábado en la tarde. El lunes en la mañana salieron publicadas las declaraciones irrespetuosas del Coronel Mena, que aparentaba estar muy enterado del caso, en las que aseguraba que Rolando tenía una vida desordenada y era homosexual. Sin embargo, ni Mena ni nadie ha sido capaz de encarcelar al culpable. Rolando no es la única víctima de un crimen de odio en la ciudad. La atrocidad de los asesinatos de homosexuales se agrava con la impunidad, con cierta desidia que parece destilar del sistema, como si fueran ciudadanos de segunda. Hacen 3 años y 9 meses, cuando mataron a Rolando, en Cartagena no existían organizaciones que representaran los derechos de los homosexuales. Colombia Diversa, organización que opera desde Bogotá, fue nuestro único referente. La sociedad civil parecía inerte respecto a la necesidad de movilizarse. Hoy es diferente. A pesar de la resistencia derivada de pensamientos retrógrados y anquilosados, los homosexuales de Cartagena entienden su lugar de participación ciudadana y política. Entienden que su escenario no es la peluquería, es la vida, y también la peluquería si lo deciden. En los últimos dos años se ha avanzado lo que no se avanzó en siglos. Aunque la discriminación deambula por las calles a la orden del día, un sector encontró lugar para levantar la mano y decir “Soy homosexual y tengo derechos”. Aquellos que insisten en rechazarlos empiezan a emerger como seres de mente estrecha, a los que se les dificulta reconocer los derechos de los demás. Las transformaciones toman tiempo. Albert Einstein advirtió que es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio, así que aquellos que han liderado los procesos de cambio social, no deben bajar sus banderas, y recordar las palabras de Séneca cuando decía que mientras más agotador se sentía el camino, más empinado estaba. La dureza del terreno sólo es señal de la altura magnífica de la cima que se conquistará. *Psicóloga claudiaayola@hotmail.com

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