Columna


Afirmaciones deficientes

ALFREDO GARCÍA DE ZUBIRÍA

24 de septiembre de 2011 12:00 AM

ALFREDO GARCÍA DE ZUBIRÍA

24 de septiembre de 2011 12:00 AM

En el libro El Cisne Negro, el autor consigna la anécdota siguiente: a un paciente con cáncer le realizan el procedimiento indicado, más tarde, le efectúan los análisis para determinar si todavía hay células cancerígenas. En el estado de la tecnología, no es posible analizar todas las células del paciente, por lo que el médico escanea el cuerpo y establece un supuesto sobre lo que no observó. Continúa el autor diciendo que quedó desconcertado cuando, después del escáner el médico le dijo: deje de preocuparse, tenemos pruebas de que está curado. ¿Por qué?, preguntó el paciente. Hay pruebas de que no  tiene ningún cáncer, fue la respuesta. ¿Cómo lo sabe?, preguntó el paciente. El médico contestó: el escanograma es negativo. ¡Y aún sigue haciéndose llamar médico!
Les pregunto a los lectores, ¿por qué creen el paciente afirmó lo anterior? 
Responde el autor: porque en la literatura médica se emplea el acrónimo NED (por la frase en inglés) que significa: sin pruebas de enfermedad. No existe nada del estilo END (Evidence of No Disease): pruebas de ausencia de enfermedad. El galeno confundió la ausencia de pruebas con la prueba de ausencia.
La información incompleta, sin atención, la aceptamos como válida y repetimos como loros, sin importarnos el daño a la honra o al buen proceder de las personas.
Así, podemos preguntarnos si tenemos pruebas de la no existencia de Dios, o más bien, tenemos ausencia de pruebas de la existencia de Dios. Si razonamos con honestidad no podemos concluir con certeza que Dios no existe. La ciencia y la tecnología, hasta ahora, no han logrado construir la teoría ni los instrumentos ni procedimientos para afirmar, con credibilidad, que Dios no existe.
La información incompleta, la cual creemos completa, también nos conduce al error en muchísimos casos de la vida diaria, tanto de los gobiernos como de las personas, y en las ciencias sociales, como la economía, es frustrante aceptar la imposibilidad de predecir con certeza, fundamentados en observaciones o experiencias singulares, lo que sucederá en el futuro.
El ejemplo más contundente son los sucesivos sobresaltos en las situaciones económicas de las naciones que, por la alteración de las variables implicadas, causa terribles daños al bienestar de la población, en mayor proporción a las más indefensas o más vulnerables. En los últimos años, con la introducción de sofisticados y complicados elementos matemáticos, se creía que las crisis económicas se podían prever y por lo tanto corregir con antelación los factores que la podían causar. Nada más falso. Seguimos con  la misma incertidumbre del futuro, los mismos sobresaltos y crisis cada vez más terribles.
También olvidamos con frecuencia que es muy común que la información incompleta a través de radio bemba, de los medios de comunicación, o de charlas con amigos, nos llevará al error. Inconscientemente creemos con fe lo que leímos o nos dijeron, hasta el punto de molestarnos, enfurecernos, si alguien muy perspicaz duda o se muestra escéptico de lo que decimos, repitiendo lo leído o escuchado.
Queda por responder a quién hay que creerle: al Vicepresidente o al Director de Planeación Nacional, sobre el indicador de pobreza. Los lectores tienen la palabra.

*Economista

algaz@costa.net.co

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