Columna


Alcaldesa: caminemos

VICENTE MARTÍNEZ EMILIANI

06 de diciembre de 2010 12:00 AM

VICENTE MARTÍNEZ EMILIANI

06 de diciembre de 2010 12:00 AM

Nunca serán suficientes las voces de protesta contra la ocupación del espacio público en Cartagena. No hay barrio, de alto o bajo pedigrí, que no haya sido desguazado. Las zonas más afectadas son las que merecen mayor respeto, de una parte por la herencia del pasado que las llenó de sombras y leyendas, y, de otra, por su significación en el desarrollo turístico o en las actividades mercantiles.
La ciudad se ha ido tugurizando, “a la vista de la muda, a la vista de la absorta caravana”. Avenidas de intensa circulación, aún en Bocagrande, están convertidas en escenario de ventas ambulantes, con tenderetes, cajas, mesas y sillas que sirven para hacer visita o para montar distraídos juegos de salón. Y continúan el silencio y la ausencia de los jefes del Palacio de la Aduana. Ante tal situación es hora de insistir, nuevamente hoy, en la invitación que les hice, sin resultado, a varios de los últimos alcaldes. Y le pido públicamente a la “Mariamulata”, quien ha mostrado ganas y mandarria, que caminemos por los puntos más sensibles del centro y del recinto amurallado. Esa es la forma de mostrarle a ella, de primera mano como suprema autoridad del Distrito, el modo en que La Matuna, se ha venido convirtiendo en un enorme tugurio. La urbanización, enclavada en el mismo corazón de la ciudad antigua, constituye una afrenta al tesoro urbanístico que nos legó la Colonia. Su existencia, donde está, es “una blasfemia dentro de una oración”.
Desde los Pegasos hasta la India Catalina, la Alcaldesa, en compañía de sus secretarios, y yo, podemos realizar un paseo de apariencia anodina, pero que, acaso, sirva de punto de partida de un ambicioso proyecto de recuperación de un sector que fué concebido para servir de ciudadela financiera, bancaria y comercial, y que, desde hace un tiempo, no es sino una lacra que se pudre vertiginosamente.
En La Matuna se han violado cada uno de los fines del plan original. La despreocupación y la falta de atención oficiales la han transformado en un muladar en el que conviven los vicios y la porquería, el desorden y la inseguridad.
Cada cuadra parece más “villanizada” que la otra. Se ha llegado al fondo de la ignominia. Allí cohabitan la gaminería agresiva y las ventas ambulantes, los mercaditos insalubres y las cantinas nauseabundas, los bazares en hileras tirados sobre los andenes y los comedores improvisados, en la mitad de la vías peatonales. Y, en medio de la despreocupación inexplicable de sucesivos gobiernos, se va multiplicando la audiencia de los rebuscadores profesionales, a escasos metros de la ciudad vieja, declarada por la UNESCO “Patrimonio Histórico de la Humanidad”.
La Matuna, es en parte, un catálogo de vergüenzas. Ese sector, prostibulizado, es la prueba fehaciente de la falta, ya crónica, de interés por encontrar arreglos adecuados a un problema que ha venido creciendo día a día y que constituye uno de los lastres de Cartagena.
La Matuna tiene que convertirse en objetivo prioritario del Distrito. No hay razón valedera para aplazar la búsqueda de un remedio eficaz a la dolencia. No puede tolerarse más la invasión que ha alcanzado aterradores proporciones.

*Ex congresista, ex embajador, miembro de las Academias de Historia de Cartagena, y Bogotá, miembro de la Academia Colombiana de la Lengua.

 

 

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