Columna


Tuve la oportunidad de asistir como jurado al concurso de talento Caribe, que la empresa Word Music organizó para escoger a las dos únicas agrupaciones musicales que van a representar a Cartagena en el “Festival Internacional Cartagena Caribe”, que se realizará en esta ciudad el próximo mes.
La escogencia fue más difícil de lo que en un principio había imaginado, pues, a pesar de que la organización recibió la inscripción de sólo 16 concursantes, con eso fue suficiente para que me percatara de la cantidad de grupos de variados géneros y propuestas que se vienen gestando silenciosamente en Cartagena.
Se trata de jóvenes entusiastas, talentosos y rebeldes de barriadas como Las Palmeras, Las Gaviotas, El Socorro, Daniel Lemaitre y San Francisco, entre otros, quienes han encontrado en la música la manera más acertada de no sólo desplegar habilidades, sino también de expresar sus inconformidades con la ciudad y la época que les ha tocado habitar y asumir como único destino concreto.
Viendo el desfile de grupos exponiendo sus inquietudes en formatos de bandas de rock, bullerengue, pop, hip hop, salsa, reggaetón, rap, tropipop y otras fusiones de los últimos tiempos, uno no sólo se sorprende y fascina. También se lamenta de lo alejados que andan los medios masivos de comunicación de lo que hierve en el corazón de su propia ciudad.
Lo anterior no es tan difícil de probar: sólo hay que hacer un recorrido por las principales estaciones radiales para escuchar diariamente la exasperante fórmula del vallenato nueva ola, la salsa romántica, la champeta y alguno que otro reggaetón de corte internacional, cuando no las repetidas piezas de salsa, fechada hace más de cuatro décadas; y la música de acordeón de los años 80.
Se trata de políticas totalmente respetables, aunque no siempre se compartan. Pero creo que tampoco sería una mala idea abrirle un poco de espacio a las nuevas propuestas, sobre todo tomando en cuenta que la mayoría de grupos que presencié en el concurso no se limitan a interpretar las canciones de los famosos. También exhiben un repertorio propio, que da cuenta de la creatividad desbordante que crepita a nuestros alrededores, aunque no queramos verla.
La irrupción de estos jóvenes en el convulsionado panorama de la Cartagena del siglo XXI se constituye en un cuadro esperanzador, sobre todo porque son pocas las ventanas por donde se pueda avizorar un futuro que no sea el de la catástrofe social, como consecuencia de la búsqueda de soluciones inmediatistas y desacertadas.
Estos jóvenes hacen creer que existe en Cartagena otra conciencia dispuesta a no dejarse embrujar por las opciones de vida que ofrece el enrolarse en una pandilla, en convertirse en prepago o en aspirar a integrar la corruptela oficial y privada que viene desangrando a la ciudad desde tiempos inmemoriales.
Fueron sólo cuatro los grupos escogidos, pero desde aquí expreso mi modesto apoyo a LJ, a Many y Sammy, Good Fellaz Family, D y M, Elite la sonora, Rocke, Sonná, Fa bemol, Ictus, Mekánica, Caribe y Caribe 21, entre otros.
Ellos conforman una propuesta urbana que no debe darse por vencida, aunque la realidad les aconseje lo contrario, aunque sean pocos (por no decir nulos) los espacios para exponerse. Entonces, que la creación de esos espacios surja de la misma fuerza que los impulsa a parir su música.

Ralvarez@eluniversal.com.co
 

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