Columna


Ángeles Somos

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

07 de noviembre de 2010 12:00 AM

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

07 de noviembre de 2010 12:00 AM

La escena es en el Sáhara, lejos del pueblo más cercano. Un piloto que volaba solo aterriza de emergencia. Al no lograr arreglar la avería, desespera. Sabe que sus esfuerzos son inútiles y que tal vez nunca podrá arrancar el aparato. De pronto, aparece un niño ante y le dice: “Por favor dibújame un cordero”. Creo que todos hemos reconocido fácilmente la escena. Se trata del Principito de Saint-Exupéry. Bajo esta experiencia inusual, bien podría ocultarse un ángel enviado del cielo o quizá un niño que viajó por el túnel del tiempo, justamente el niño que muchos años atrás fue esa misma persona que ahora es un piloto extraviado en el desierto. La semana que finalizó, quienes asistimos al Parlamento de los niños y niñas organizado por el Observatorio para la infancia y la adolescencia de Cartagena: Ángeles Somos, aprendimos de los pequeños dos lecciones a las que Cartagena entera debe abrirse: ¿Cual es la virtud de los Ángeles? y ¿En qué consiste la infancia espiritual? La virtud de los Ángeles es la oportunidad. Ellos son la representación histórica de Dios. Siempre aparecen en el momento preciso. Hacen lo que deben, lo hacen bien y luego se retiran. Miguel significa "quién como Dios", Gabriel es la “fuerza de Dios” y Rafael, “medicina de Dios". Donde aparece un ángel, es Dios mismo que actúa. Por ello viene bien leer, tanto el parlamento de los niños, como el esfuerzo por rescatar una tradición significativa como “Ángeles Somos”, desde la movilización de la infancia que sale al encuentro de una generosidad que se concretiza en el compartir. Gestos como estos son la transfusión de sangre que necesita nuestra ciudad para reconocer a Dios desde en la hermosura de lo pequeño. Todos, de la mano del Observatorio, debemos avanzar hacia un acuerdo social con alcance de política pública que haga del conocimiento y la información una materia que usemos creativamente para todos y al alcance de todos. Pero este empeño nos reclama la Infancia espiritual, necedad para los sabios y escándalo para los justos. No sin razón dijo el Maestro de Galilea: “Si no cambian y se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los cielos” (Mateo18,3). La infancia espiritual no es tanto un método de santificación cuanto un formato de santidad. Es una manera de concebir la vida, una manera de orar, de responder, de encarar el futuro amando al prójimo. Yo la veo como una cosmovisión. Cambiemos de perspectiva. Hay que pasar de querer abarcar y entender la infancia desde nuestros esquemas, a dejarnos abarcar por ella y afectar por ella. Hay que pensar no sobre la infancia sino desde la infancia. La verdadera humildad no se experimenta como una virtud sino como la certeza de que uno no posee virtud alguna. Si no queremos perdernos en este esfuerzo, retomemos la infancia física como el referente de la infancia espiritual. “Si no se hacen como este niño”. Dijo Jesús. Y además añade: “Yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y entendidos y las revelaste a los pequeños, porque así lo quisiste”. (Mateo 11, 25-26). Todo parece indicar que hay más alegría en el cielo por un adulto que se hace niño que por noventa y nueve niños que no necesitan convertirse. *Sacerdote y sociólogo, director del Programa de Desarrollo y Paz de los Montes de María. ramaca41@hotmail.com

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