Columna


Antes del fin

SIMÓN ALFONSO PEREIRA PEÑARANDA

06 de julio de 2012 12:00 AM

SIMÓN ALFONSO PEREIRA PEÑARANDA

06 de julio de 2012 12:00 AM

Recuerdo a Ernesto Sábato y su obra Antes del fin. La crueldad de la violencia es atroz; no terminamos de leer una noticia trágica, cuando otra aparece, pasando de la perplejidad a la estupefacción. Corremos el riesgo de acostumbrarnos, como si fuese un desprevenido paseo matinal. Navegamos ante todo tipo de violencia, zarpamos desde la ostensible prima facie, como matar por un celular; violar y asesinar brutalmente a una mujer; abusar de un menor; echar ácido en el rostro; guerrilla y paramilitares.
Vemos la violencia institucional, como la penosa reforma a la Justicia en cabeza de los tres poderes públicos, “3 tristes tigres”; la desidia del ISS y CAJANAL ante los derechos de sus pensionados; apresar por robo de caldo de gallina, estudiando la viabilidad de imponer pena de hasta 6 años, cuando a un excongresista le confirman apenas 9 por circunstancias mucho peores; o investigar a un ex diputado por “narizón”, sin importar qué diga el FBI.
Y decantamos en aquella que se padece casi callada, como los altos intereses que el sistema financiero cobra en plena coyuntura económica mundial, o aquella deseada por algunos, que increíblemente salen de misa deseando la muerte de Chávez, o la madre que impide al padre separado ver a su hijo. En suma, la intolerancia está a la carta.
La violencia descarnada, cruel y sin misericordia se perpetra en infinidad de formas y pareciere que nos acostumbramos. Es como dice Sábato, un vómito colectivo. Muchos responsables por malcriar hijos sin tiempo y amor; culpables por vender la Patria cuando votan por un avaro que legisla en su propio beneficio; por creer que se honra a Dios con solo golpes de pecho; por apegarse a gente, lugares y en general cosas. La doble moral y su máscara de tiempo completo.
¿Cuándo estuvo la felicidad por fuera de cada quién? ¿En qué momento de la historia de la humanidad se demostró que ser feliz depende de tener? La gente se olvidó de buscar felicidad en su interior, creyendo que los bienes, personas y poder determinan una vida plena y feliz. Falta tanto por recordar que se pierde el norte, olvidando que nadie es propietario de nadie. Sin hacer memoria de Juan Jacobo Rousseau y su explicación: “que no fuésemos tan ricos como para comprar otros, ni tan pobres como para vendernos.”
La dignidad de una persona sensata le impide comprar a otra sin importar el poder de su chequera, porque el más miserable, pero digno, no tiene precio. ¿Lo que escribió Sábato era para recordarnos que ya se iba, o hablaba de nuestro fin? Fin como seres humanos todos, sin divisiones aberrantes, dejando de lado lo que somos y lo que a nuestros hijos hoy entregamos…;migajas, sobras, carroña.
Se construye para las generaciones futuras. Me apegaré a la esperanza que en ese libro Sábato depositó en los jóvenes y adolescentes. A los adultos nuestro mundo les quedó grande, la tarea no les importa. Antes del fin, quizás haya una oportunidad en los que respetan la vida y al otro, en los que desean construir un cambio, pues los que lideran hoy solo ven aquello que quieren, mientras que para otras cosas, se hacen los Simones Gaviria. 

*Director general Consultorio Jurídico y Centro de Conciliacion

spereira@usbctg.edu.co

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