Columna


Arturo Matson Figueroa

MARTÍN ALONSO PINZÓN

05 de mayo de 2012 12:00 AM

A miles de kilómetros de distancia de mi ciudad nativa, dos tristes noticias han herido profundamente mi corazón en esta primavera chilena: la primera, el fallecimiento del médico Nicolás Martínez Emiliani, esposo de mi hermana Rosario, y quien fuera un caballero impecable, culto y asiduo lector, con quien desde la adolescencia mantuve una fraternal amistad; y la segunda, la muerte del jurista, historiador y académico Arturo Matson Figueroa. Una vieja amistad me unía desde hace varias décadas con Arturo Matson, relación enriquecida por la común afinidad en el gusto por los clásicos de nuestra lengua, en el escrutinio de nuestros procesos histórico-políticos, en el estudio del derecho público, materia en la cual él descolló, y en la defensa de ciertos principios e ideas.
El profesor y escritor Arturo Matson fue un esclarecido producto del benemérito claustro de San Agustín, al cual consagró, por cierto, su vocación pedagógica. Su formación jurídica fundamental y su sentido de la historia son el resultado de una especie de simbiosis de Arturo con nuestra Universidad. Desde su juventud Arturo Matson dio muestras de su vocación pública, especialmente en el ámbito del estudio del derecho constitucional y administrativo. Fue así como desempeñó la magistratura, primero en el Tribunal Contencioso-Administrativo, donde defendió los intereses del Estado, de Cartagena y de Bolívar y los derechos de los ciudadanos frente a las arbitrariedades de algunos funcionarios. Posteriormente pasó al Tribunal Superior de Justicia, y en sus sentencias quedó plasmada su doctrina jurídica fruto de vigilias de estudio y años de experiencia judicial.
En los inicios juveniles de mi breve e intensa vida política, Arturo, en un acto simbólico de fraternal generosidad me puso a encabezar una lista para el Concejo Municipal de Arjona, la ciudad donde él había nacido. Y fui entonces concejal de esa ciudad vecina a la capital del departamento en un período en que también era edil de Cartagena y otros municipios. La curiosidad intelectual de Arturo abarcó diversas materias y además de sus escritos y libros sobre la Constitución del 86, la de Núñez y Caro , y también sobre la Carta de 1991, escribió valiosos ensayos sobre la doctrina social de la Iglesia, los orígenes y formación de la lengua castellana, los dos últimos Pontífices de la Iglesia Católica, el Papa Juan Pablo II y Benedicto XVI. Siendo Gobernador de Bolívar, posición a la cual llegó en plena madurez intelectual, dirigió la organización decorosa y digna de la visita a Cartagena del entonces Papa Juan Pablo II, y dejó constancia y testimonio escritos de esos trabajos y visita. Presidió dignamente Arturo durante varios años la Academia de Historia de Cartagena. 
Era Arturo un ameno y recursivo contertulio. Formó una distinguida familia en cuyo seno nacieron varios hijos, y algunos de éstos heredaron su afición a las humanidades. Con la muerte de Arturo Matson Figueroa, nuestra región pierde un ciudadano íntegro, un jurista destacado y un escritor de mérito.  La curiosidad intelectual de Arturo abarcó temas diversos a los de su especialidad, el derecho público, y también  fue publicándolos. Paz en su tumba.
malonsop@prisa.cl

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