Columna


Aurelio Martínez Canabal

REDACCIÓN COLOMBIA

15 de enero de 2011 12:00 AM

MARTÍN ALONSO PINZÓN

15 de enero de 2011 12:00 AM

Desde su temprana juventud, Aurelio Martínez Canabal se interesó por los asuntos públicos que examinó a lo largo de su vida en órganos periodísticos escritos y radiales. Esa vocación e interés por la suerte del país y del terruño le venía en la sangre, pues Aurelio descendía de un prócer cartagenero, don Eusebio J. Canabal, colaborador y amigo del Libertador Simón Bolívar.
Recuerdo las emisiones del radio periódico “Periscopio”, que Aurelio dirigía en asocio de otro dilecto amigo cartagenero y destacado intelectual, Nicolás del Castillo, en la Cartagena de los años cincuenta. Desde aquel órgano de opinión, Aurelio, como lo hizo durante casi medio siglo en diversos diarios del país, demostró su capacidad de escritor y analista, con pulcritud del idioma, que no era sino reflejo de su natural elegancia en el pensar y en el actuar.
Después se interesó por el desarrollo de la industria minera nacional convirtiéndose en un especialista consultado por gobiernos y particulares. Fueron muchas las iniciativas que en estos temas y actividades impulsó Aurelio y puede decirse que el Código de Minas en buena parte es una construcción jurídica del amigo cuya desaparición lamentamos. Al lado del jurista Carlos Gustavo Arrieta y posteriormente como consultor de otros Ministros, Aurelio se convirtió en una autoridad en legislación y promoción empresarial de los recursos mineros de Colombia. Organizó congresos y simposios mineros nacionales e internacionales, presidió la organización latinoamericana privada de minería y varias veces me visitó en Santiago de Chile con ocasión de tales actividades.
Era un conservador doctrinario sin perjuicio de su natural espíritu tolerante, exento de dogmatismos. Militó en las filas del laureanismo y del alvarismo, pero nunca incurrió en intransigencia frente a otros copartidarios o ante la emulación democrática de los dirigentes de otros partidos. La tolerancia era una de sus características, y la prudencia y justicia dos de sus mejores virtudes. Fue un hombre generoso, gozador de la vida, de la buena mesa, admirador de la belleza en todas sus formas y expresiones. Perteneció a una generación de cartageneros auténticos y tradicionales, con esa elegancia y talante propios de las gentes selectas de nuestra ciudad. Discreto y modesto, fluía de su personalidad la natural aristocracia del espíritu y la estética y ética de la conducta.

malonsop@prisa.cl
 

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