Columna


Autoridades eternas

ROBERTO BURGOS CANTOR

18 de diciembre de 2010 12:00 AM

ROBERTO BURGOS CANTOR

18 de diciembre de 2010 12:00 AM

Como la imaginación estimula a la imaginación, la malicia del común, al defenderse del exceso de reglas y preceptos, convirtió en lo que ya se sabe aquella inocente expresión de Don Quijote quien en ese cabalgar buscaba el alcázar de su Dulcinea y que dice: Con la iglesia hemos dado Sancho.No es el único caso de perversión de un texto por su recibo desde la transmisión oral, muchas veces graciosa y otras transgresora o de traviesa radicalidad. Cuando se acude a la fuente escrita no se encuentra la frase pero ya el autor no podrá corregirla entre sus lectores o en su libro.
La expresión popular que le sustituyó a don Quijote el dar por el topar tiene su sabiduría. La iglesia del Toboso es la misma de estos días de discusiones. A pesar del señor Galileo y del entrañable Giordano Bruno o nuestra Paula de Eguiluz, la Iglesia, ese portento de guía espiritual ha ejercido también como un poder terrenal. Ha debatido con los temas de la ciencia, de la política, del derecho. Y los ha resuelto con las conclusiones rígidas del dogma. Si acaso resolver es conferirle un estatuto de verdad a los provisorios alcances de la curiosidad humana.
No sé por qué se abandona el fuero íntimo, la conciencia, y su territorio infinito, el sigilo de la interioridad, la discreta vergüenza de las incertidumbres, ese ámbito donde las mujeres y los hombres se confían a su amigo espiritual para ser comprendidos, para hacer de las dudas y las escasas convicciones un sendero de encuentro y no un motivo de reprimenda por herejía o por las flaquezas de la fe.
Así sucede que casi es inevitable topar con la Iglesia. Son explicables los argumentos para que la voz y las acciones de la Iglesia rebasen el mundo espiritual, tan falto de cuidados en estos días, y se aventuren a las vulgares peripecias de un mundo inacabado. Y como en edades remotas pagan con dolor las intervenciones en los ideales de justicia, de transparencia, de equidad. Si el mundo estuviera acabado sería perfecto y lo perfecto por algún desperfecto puede ser aburrido.
En el fugaz ahora crece una de esas tormentas donde todos se mojan o reciben las descargas de los rayos. Quién podía esperar que un teólogo, ocupado de finos asuntos de la armazón de una doctrina, como Ratzinger, se inmiscuyera en las tradicionales preocupaciones de un prefecto de disciplina, o un confesor de colegiales.
El Papa alemán (como se dice polaco, italiano), en medio de los escándalos de pedofilia, de proclividad al dinero, de los miembros de su grey, ha autorizado el uso de preservativos para quienes sobreviven de la prostitución.
Es lo anterior un ejemplo de cómo el orden celestial manifiesta una coherencia, un rigor, y una ausencia de fisuras que llevaron a Borges a afirmar que se estaba en presencia de un capítulo de la zoología fantástica. Pero lo terreno, la aspiración al poder terrenal, es un desbarajuste. Un espacio de espejos engañosos donde se resbalan las intenciones buenas. ¿Se imaginan las ventas de condones en las puertas de los prostíbulos con un cartel que cita los versículos vaticanos?

*Escritor

ddbernaln@gmail.com


 

 


 

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