Columna


Bailando en medio del temor

REBECA GONZÁLEZ DE LEÓN

06 de febrero de 2012 12:00 AM

REBECA GONZÁLEZ DE LEÓN

06 de febrero de 2012 12:00 AM

La plaza de San Diego, un lugar que muchos frecuentamos, ubicada en el centro amurallado de la ciudad de Cartagena donde confluyen extranjeros, músicos, bailarines, comerciantes y estudiantes, fue testigo del homicidio de un hombre oriundo de San Andrés, por cuenta de un sicario.
Aquella noche hubo desconcierto, los turistas estaban aterrados, había sangre en el suelo, la gente gritaba, corrían desesperadamente. De repente reinó el silencio en la plaza, y un anciano que pasaba por ahí, al verme atónita observando la escena del crimen, me dijo, “¿De qué te asombras? Este es otro muerto más, mi niña. Ya van dos en el día. Acostúmbrate, que los paracos andan alborotados”. 
Desde hace un tiempo el comercio local viene sufriendo la presión de las Bacrim. Los Urabeños, los Rastrojos, los Paisas, siembran terror, extorsionan, atracan, asesinan, silencian.
Por su parte, el concejo de Cartagena tampoco salió bien librado de intimidaciones por cuenta de estos delincuentes. Hace días se repartieron panfletos a nombre de las bandas criminales urbanas de la ciudad donde  amenazaban a los concejales, con el fin de que estos no siguieran tratando el tema de la inseguridad. 
Lo más reciente ha sido la noticia de los panfletos repartidos en el corregimiento de Punta Canoa, al norte de la ciudad. En esta ocasión, un grupo que se dio a conocer como “Justicia Social Caribe” amenazó a la población y le dio unas cuantas horas a ciertos habitantes del sector,  para que  abandonaran el lugar so pena de “desaparecerlos”.
La pregunta es: ¿qué sigue ahora? ¿Le prohibirán al alcalde ejercer control y exigirle a la Policía un  operativo para contrarrestar la violencia? ¿Le impondrán a la ciudadanía no salir de sus casas? ¿nos  perseguirán a los activistas sociales?
No es un secreto que estas bandas criminales emergieron de los antiguos grupos paramilitares. Se trata de un “neoparamilitarismo urbano”  que se ha enquistado en la sociedad y día tras día  cobra fuerza.  Sin embargo, somos más los ciudadanos de bien. ¿Vamos a permitirles que ganen esta “guerra” que ellos mismo han emprendido? ¿Les vamos a entregar la ciudad o el departamento?
Señor alcalde de Cartagena, señor gobernador de Bolívar: el tema de la seguridad es una tarea conjunta del gobierno con la fuerza pública, y de ustedes depende exigirles a las autoridades que controlen la ola de violencia que estamos viviendo, tomar medidas que sean contundentes y que permitan dar golpes certeros a estas bandas criminales que hoy acechan a Cartagena y también a Bolívar. 
Es irónico seguir sonriendo y mostrarse felices, como si todo estuviera bajo control, cada vez que  hacemos un homenaje a un gran músico o cuando celebramos un festival, mientras los ciudadanos estamos inmersos en el pánico por culpa de las Bacrim, del sicariato y de la delincuencia en general.  Hoy, además de escucharse los tambores cumbiamberos en las noches cartageneras, y los mil ritmos que evocan la música del gran maestro Lucho Bermúdez, también se escuchan las balas asesinas de aquellos que vinieron a robarnos la tranquilidad. Nos tienen bailando, en medio del temor.

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