Columna


Barriga llena, estudiante feliz

REDACCIÓN COLOMBIA

20 de abril de 2012 12:00 AM

JUAN ANTONIO MORALES ARRIETA

20 de abril de 2012 12:00 AM

En Colombia, para el año 2011, la deserción universitaria alcanzó el 45,3 por ciento, lo que significa que casi uno de cada dos estudiantes que ingresa a la educación superior no finaliza sus estudios. Así lo registró el Sistema para la Prevención de la Deserción en Educación Superior (Spadies), un sistema de información del Ministerio de Educación (MEN). El estudio, publicado en la revista Semana, advierte que el problema de deserción estudiantil se agudiza en los niveles técnico y tecnológico, donde la tasa de abandono de los estudios alcanza el 59,6 por ciento y el 54,7 por ciento, respectivamente.
Según el diagnóstico de la deserción en Colombia publicado por “Educación Superior”, el boletín informativo del MEN, el 50 por ciento de los estudiantes desertores son de familias de ingresos de entre uno y dos salarios mínimos. Esta cifra no se diferencia sustancialmente del promedio de deserción de la década pasada, cuando el 60 por ciento de estudiantes desertores pertenecían a hogares con menos de dos salarios mínimos de ingresos, lo que demuestra que la pobreza no está únicamente en el “cerebro” sino principalmente en la realidad socioeconómica y cultural de los colombianos.
De acuerdo a  Maslow, un psicólogo estadounidense conocido como uno de los fundadores y principales exponentes de la psicología humanista, que enseñó en el Brooklyn College y en la Universidad de Brandéis, las necesidades humanas, en cuya base se encuentran las necesidades fisiológicas: alimentación, aire y agua, que dan lugar a la generación sucesiva de necesidades más altas, están jerarquizadas y escalonadas en forma piramidal de manera que cuando quedan cubiertas las necesidades de un orden se empiezan a sentir las necesidades del orden superior. Las necesidades inferiores (la base de la pirámide) son mucho más potentes y tienen prioridad sobre las superiores, por eso, según este autor, “Un hombre hambriento no se preocupa por impresionar a sus amigos con su valor y habilidades, sino mas bien con asegurarse lo suficiente para comer”.
Esta visión puede darnos luz sobre las deserciones estudiantiles, su relación con la pobreza y su solución, que lógicamente no depende de variables como el tipo de institución ni de la ampliación de la cobertura, ya que estas no amortiguan la deficiencia alimentaria del estudiante y su familia. Hay que comprender que el solo costo de movilización y permanencia por parte de un alumno en los claustros de educación superior, sin contar vestuario, son bastante onerosos para un padre que devenga un salario mínimo.
Mientras se trate de endilgar o encaminar los sobrecostos de una educación de calidad y  excelencia, investigación y docentes con alta titulación hacia los padres de familia, es difícil que un estudiante de los estratos 1 y 2 se mantenga en estas instituciones. Esta es la realidad.
En mi opinión de docente universitario, el antídoto a la deserción estudiantil en los niveles universitario, técnico y tecnológico se encuentra en la generación de condiciones que aseguren a los padres de familia y a estudiantes una manera de ganarse la vida por las buenas.

*Profesor UTB

jumoral@unitecnologica.edu.co

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