Columna


Belleza fatal

MARTHA AMOR OLAYA

26 de diciembre de 2011 12:00 AM

MARTHA AMOR OLAYA

26 de diciembre de 2011 12:00 AM

Una columna cada quince días, resultó ser un desastre. Pasan tantas cosas en ese tiempo que decidir sobre qué escribir resulta bastante irresponsable, pues me encuentro con la disyuntiva de elegir entre la pasmosa tranquilidad con que el gerente de Transcaribe se refiere al enésimo atraso en la puesta en funcionamiento del sistema y la absoluta incompetencia del DATT para regular el tráfico en nuestra ciudad.
Está también en el tintero si la Fiscal General debe renunciar por su unión con un hombre con pendientes judiciales, o si es capaz de mantener independencia entre la consciencia y el corazón (poniendo de telón musicala Gilberto Santa Rosa).
Algún comentario sobre la rendición de cuentas no estaría demás, la asignatura pendiente de la seguridad, los taxistas que escogen a quien llevan y hasta donde llevan, “la maldita Niña”, las vías destrozadas, la incineración de mercados, las complicaciones de la ley de víctimas, el racismo en la portada de la revista Hola y así una larga lista de denuncias y reflexiones que me gustaría compartirles.
Pero preferí hablar de la nueva belleza. La plastificada, artificial, superficial. La que tiene a medio mundo frustrado, obsesionado, enfermo o a unos metros bajo tierra.
Se acaba de anunciar que una marca de implantes mamarios distribuidos mayoritariamente en Latinoamérica tiene incidencias en el cáncer de seno. Las muertes en el quirófano por liposucciones sólo suman en el pesar de los familiares, no hay estadísticas, no son reveladas, pero son muchas las almas que dejaron de sonreír para la foto del Facebook por la mueca de la muerte.
Sólo a partir del documental que le hicieran a una famosa y en otras contadas excepciones, se evidencian los casos en los que la operación fracasa, se complica o el resultado es contrario a los deseos de un cuerpo de portada de revistas. Es cierto que mucho de esto se debe a prácticas irresponsables de profesionales no calificados, pero no podemos desestimar que aún en las mejores manos se corren riesgos que prefieren ignorarse con tal de “mejorar” el aspecto.
Además de tratamientos estéticos hay “medicamentos” para embellecerse, que en el mejor de los casos resultan ser una estafa y en el peor, tan dañinos para el organismo que pueden causar la muerte.
No culpo a nadie por el sueño de ser la bella de otros. La mayoría queremos alcanzar el estándar, no ser excluidos, ser aceptados, no ser ignorados, ser admirados. Decimos que no es por los demás, pero realmente la fraselapidaria “estás gorda” nos taladra el corazón.
Más allá de cuestionar la ley del mercado que busca satisfacer una “demanda” es cuestionarnos críticamente sobre la tendencia a la superficialidad y el olvido de la esencialidad.
La belleza se redujo a una producción en serie de cuerpos “perfectos”. El campo laboral, la vida cotidiana, todo el entorno tiende a objetivar la belleza. Damos relevancia a la perfección frente a la naturalidad.
Al final, todos tenemosderecho de “mejorar” la apariencia y somos libres de elegir el método para hacerlo, pero estoy segura que si le bajamos a la discriminación, la obsesión tendría cara de autoestima y la decisión se vestiría de sensatez.

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