Columna


Burradas

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

08 de enero de 2011 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

08 de enero de 2011 12:00 AM

Quienes festejábamos la navidad alrededor de un pesebre hemos tenido perspectivas diferentes al pino con luces y al Santa Claus rubicundo impuestos por el “primer mundo”.Una de nuestras tempranas simpatías fue para tres reyes magos que visitaron al niño Dios. Parece que dos viajaron montados en camellos, mientras el otro lo hizo en un burro. Eso nos hace pensar en los altos destinos que llegaron a tener los burros en otra época. Tesis que se confirmó cuando Jesús hizo su entrada a Jerusalén montado en uno.
En cambio, cuanta degradación recibe este sufrido animal, ahora que no lo quieren ni los más pobres de la tierra.
Uno de los indicadores de pobreza que adopta prestigiosa agencia internacional, es la mayor proporción de burros por kilómetro cuadrado. En efecto, la alta cifra asnal que arroja el África subsahariana coincide con reducidas proteínas, y la precaria educación de su gente. Para no hablar del PIB que tanto trajinan másteres, y algunos sapos.
Pero un artefacto ruidoso y extravagante que se llama motocicleta ha desplazado a los burros en los anhelos campesinos. Antes veíamos un desfile de hombres sobre su burro andar los caminos hacia la “Roza”. Hoy los más prósperos caracolean una Kawasaki mirando con desprecio a quienes persisten en la vieja usanza.
Los burros han sido devaluados sin protesta alguna. El jamelgo del Hidalgo alucinado se llamó Rocinante. El asno de su escudero apenas es aludido. Por lo general los caballos tienen nombres sonoros y elegantes. Los burros, simplemente son burros. En su identificación apenas si llegamos al color: Moro, Congo, Mohíno, etc.
Mucho tememos que antes de domar el caballo, el hombre quizás lo hizo con el burro. Si bien se caracteriza por tener menos bríos y gracia, lo supera en resistencia.
Al burro se le hace el homenaje de asociarlo con el esfuerzo. Cuando alguien es laborioso se le reconoce que trabaja como un burro.
Platero fue uno de los pocos presentes en la literatura. Pero desde las aulas a los torpes, distraídos o cortos de entendimiento, se les llama burros. Las largas orejas, han representado estupidez y tontería. El mundo moderno y el concepto de inteligencia parecen tener aversión al trabajo que simboliza el burro.
Asnos, borricos, jumentos son usados como insulto. Aunque es bueno destacar que en el novedoso dialecto juvenil, para calificar algo de maravilloso, le dicen brutal.
Los burros han tenido importancia en la rima al crear una costumbre de apocopar las palabras. Volqueta se vuelve volteo, a la bicicleta la llaman cicla, a la camioneta camioné. Todo para evitar que algún salvaje les mande a buscar un burro.
Al pobre asno no se le da mérito distinto al trabajo. Cuando alguien está mal de la vista es burriciego. Si nos equivocamos en el billar tacamos burro. Burro le dicen a cualquier “fumón” de cannabis.
Este sufrido animal ignora todos los desprecios en sus eróticos retozos: corteja con mordiscos a su compañera, amenizando el feliz momento con rebuznos melodiosos, para no hablar de preludios galantes donde exhibe espectacular actuación.
Ni su combustible ecológico le ayuda a recuperar su estatus. Pero así lleguen a desaparecer los burros, siempre habrá burradas.

*Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario.

augustobeltran@yahoo.com

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