Columna


Cambio saludable de discurso

SARA MARCELA BOZZI ANDERSON

23 de noviembre de 2010 12:00 AM

SARA MARCELA BOZZI ANDERSON

23 de noviembre de 2010 12:00 AM

El país se sacudió del lenguaje tortuoso de la antigua Administración. Soplan aires nuevos, y los verbos, los sustantivos, y, sobretodo, los adjetivos se despojaron del tinte venenoso del viejo lenguaje oficial. ¿Era necesaria la guerra verbal contra los vecinos en las fronteras? ¿Era necesaria la tensión en el lenguaje cotidiano de medios, ministros, senadores, Corte, secuestrados y gobernantes? Parecemos estar en “luna de miel discursiva”, que, cien días después de la posesión del Presidente, aún se siente en la atmósfera. Tengo el documento del Departamento Nacional de Planeación: “Hacia la Prosperidad Democrática: Visión 2010-2014”, con un aparte dedicado a la Educación para la Prosperidad. En la página 79 plantea el “mejoramiento de la calidad de la educación y el desarrollo de competencias”. Al reconocer a la educación como el instrumento más poderoso para combatir la pobreza extrema, el Plan de Desarrollo sostiene que: “Es usualmente reconocido que el capital humano es un factor decisivo para lograr altos niveles de crecimiento económico. Así, resulta crucial para producir cambios tecnológicos de carácter exógeno y también como factor endógeno del crecimiento…;se realza la necesidad de que los países adquieran altos niveles de habilidad para que realicen una apropiada inserción en lo que se ha llamado la economía del conocimiento.” Las comunidades que lograron el crecimiento económico tienen un sistema educativo adecuado a sus economías. Quienes aprendieron mediante la práctica, lograron usar bien la tecnología de alto valor agregado. De allí se deriva la idea de que no es posible alcanzar prosperidad sin la formación necesaria para una “ciudadanía activa, reflexiva, crítica y participativa”, para una sociedad pacífica e incluyente. Es indispensable que quienes trabajamos en la educación para el sustento y la realización personal, analicemos las nuevas políticas del Gobierno. El Capítulo III del documento, titulado: “Crecimiento sostenible y competitividad”, maneja indicadores precisos: estudiantes por computador; porcentaje de estudiantes con conexión permanente a Internet; porcentaje de alumnos de media articulados con la educación para el trabajo; porcentaje de docentes y estudiantes con dominio del Inglés, y otros, que denotan una preocupación por capacitarnos para un mundo globalizado. Pero es muy poco lo que se habla sobre el bienestar del profesor y su agenda de trabajo. Preguntémonos sinceramente, ¿cuántos profesores nuestros enseñan en tres y cuatro universidades a la vez? ¿Pueden rendir cuando su profesión no les permite una vida digna a su familia? ¿Creemos nosotros que este “profesor-taxi” está interesado en fomentar la investigación y la extensión a la comunidad? Temo que no. Acostumbrarse a la cultura organizacional de cada institución no es fácil y el agotamiento es recurrente cuando debe corregir centenares de exámenes con criterios distintos. La educadora Martha Fernández Guerrero invitó a los docentes de la ciudad a contribuir a las políticas del Gobierno, reflexionando sobre el papel del profesor en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Sólo cuando nuestros docentes sean valorados justamente, habremos ganado la batalla, y nos encaminaremos de manera rotunda hacia una verdadera “Educación para la Prosperidad”. *Directora Unicarta. saramarcelabozzi@hotmail.com

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