Columna


Bolillo Gómez ha obrado mal. Para reprochar su comportamiento basta que se haya comportado como mal ciudadano, sin que sea necesario encasillar su conducta en un artículo del Código Penal ni acudir a códigos feministas. La agresión a puñetazos es siempre reprobable, sin importar si la víctima es mujer o varón, anciano o adolescente, y más cuando el agresor es el director técnico de una selección deportiva que representa a la Nación.
El deporte se presenta como una contraposición a la violencia y por eso se condena la furia de los aficionados que, hinchados de fanatismo, quieren suprimir de los estadios, y aún del mundo, a los seguidores de los otros equipos.
Un dirigente deportivo, un entrenador deportivo y, con más veras, quien es cabeza de una selección nacional en el deporte con más adeptos en el universo tiene que conducirse como irreprochable ciudadano. A esa regla elemental ha faltado Bolillo. 
En un país en que muchos partidarios del fútbol convierten la pasión deportiva en motivo de guerra de sangre contra los seguidores de otros equipos, es imperdonable que los directores técnicos den ejemplo de violencia. Los puñetazos de Bolillo no son justificables.
Luis Bedoya, presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, ignora que quien dirige ese seleccionado que ostenta los colores del país, no puede alegar como ajena a sus menesteres la conducta que practique en público. Es “una situación personal lamentable que no se puede mezclar con la laboral”, dice Bedoya, olvidando que la relación de Bolillo no es con un empresario particular sino con el país entero, cuyos colores viste y con cuyos dineros se paga su abultada remuneración.
Peor que la conducta de Bolillo parece la exculpación que ensaya Álvaro González, vicepresidente de esa Federación: "Los enemigos de 'Bolillo' que no lo han podido atacar en el campo deportivo ahora explotan los chismes callejeros para tratar de destruirlo." Resulta pues que los puñetazos se convirtieron en chismes y obra de detractores.
Bolillo pasa de las excusas al fariseísmo miserabilista y de golpeador a víctima: “Me ‘mataron’, estoy ‘muerto’...”. 
Esto demuestra que el civismo de los señores Bolillo, Bedoya y Álvarez es ínfimo, tanto como su aprecio por el país. Para ellos está bien que, por razones de negocio, un mal ciudadano siga como bandera de Colombia en lo deportivo.
No considero a Bolillo un delincuente, pero sí un mal ciudadano y eso me basta para considerar que su presencia a la cabeza de un equipo representativo del país es una vergüenza para Colombia y una ofensa a los buenos ciudadanos. Claro que Bedoya y González también deben salir de la Federación por malos ciudadanos.
Pero la opinión empieza a girar y toman cuerpo las vacilaciones estratégicas que buscan la exculpación de Bolillo.
Entonces existe el riesgo de que, si es retirado de la dirección técnica por esta golpiza a una mujer, muy pronto sea elevado a Director de Coldeportes o Ministro de Cultura, ya que, según aquellos directivos de la Federación, los colombianos obramos mal si pedimos su retiro y debemos indemnizarlo. Y en nuestro país es frecuente que las malas andaduras sean título para merecer ascensos.

*Abogado – Docente de la Universidad del Sinú – Cartagena

hhernandez@costa.net.co

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS