Columna


Caos ciudadano

ÓSCAR COLLAZOS

09 de junio de 2012 12:00 AM

ÓSCAR COLLAZOS

09 de junio de 2012 12:00 AM

Iba a escribir: caos vehicular pero me di cuenta que el caos lo producen en primer término los ciudadanos, lo toleran las autoridades y, cerrando el círculo, lo padecemos todos: los mismos ciudadanos. Un círculo vicioso entre irresponsabilidad y negligencia. No basta darles buena imagen (pagada) a las instituciones; hay que volverlas responsables y eficientes.
Lo producen los ciudadanos que no acatan normas ni leyes de convivencia; lo toleran con negligencia las autoridades que no enseñan suficientemente los límites entre lo prohibido y lo permitido ni sancionan con medidas drásticas a quienes circulan salvajemente por la ciudad, motorizados o a pie. Surge entonces el código mayor del caos: el ¿meimportaunculismo? Así que lo que es susceptible de empeorar, empeora.
El accidente que sufrí el pasado miércoles fue un episodio menor. Podría haber sido más grave: un ciudadano consciente de su derecho atraviesa el paso de cebra de una concurrida y caótica avenida de Manga, mira instintivamente a lado y lado y, de repente, la brutal embestida de una moto.
Uno: el ciudadano hacía uso confiado de su derecho pero el motorista -estudiante de Derecho-olvidaba cumplir con su deber legal: reducir la velocidad y respetar el paso de los peatones. Dos: en el mismo paso de cebra, en cualquiera de sus orillas, se estacionan sistemáticamente taxis y busetas que practican su desesperada ¿guerra del centavo?. Los motorizados ocupan el paso de los peatones. He visto agentes que pasan indiferentes como si eso fuera lo normal, lo que enseña la norma.
Deteniéndose abruptamente y sin señales, van por la ciudad taxis, buses y busetas. Y vehículos particulares. Así que cuando pude pensar en mi accidente, concluí que todos los días los hay peores, con consecuencias a menudo mortales. Muchas veces he escrito sobre el tema. He leído incontables editoriales de este periódico y quejas de sus lectores, pero el problema se recrudece.
Una de dos: las soluciones ofrecidas por la administración han sido muy pobres, o las sanciones, si ha habido sanciones, no han servido de nada. En ambos casos, las autoridades de tránsito no pueden escurrir el bulto. Un día escuché decir a un agente de tránsito que nadie lo respetaba, que los agredían, que los insultaban. Y es cierto. En este caso, con la ciudadanía volvemos a toparnos, Sancho. Pero, también, con un déficit de autoridad.
El miércoles recibí una amable llamada del general Carlos Rodríguez, comandante de la Policía Metropolitana. Se interesaba por mi estado. Lo más importante que le escuché fue su preocupación por el comportamiento cotidiano de los cartageneros, qué podíamos hacer para enderezarle el rumbo a la ciudad, decía. Creo que deberíamos entonces responder esta pregunta: ¿qué clase de ciudad queremos?
La vacilación de los peatones cuando uno detiene el carro y les cede el paso. No es un asunto de ignorancia. Conocen su derecho pero no saben si los demás cumplirán con su deber. El colmo de la situación son las protestas de quienes vienen detrás: les irrita encontrar conductores que cumplen con su deber y aceptan el derecho de sus conciudadanos.

*Escritor

collazos_oscar@yahoo.es

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