Columna


Cayó Cano

MIGUEL YANCES PEÑA

06 de noviembre de 2011 12:00 AM

MIGUEL YANCES PEÑA

06 de noviembre de 2011 12:00 AM

Mientras unos caen abatidos por el fuego en esta guerra absurda, otros logran destacados cargos en la vida pública y en la administración del Estado: Gustavo Petro, exguerrillero del M19, logró en las urnas el segundo cargo más importante de la nación. Y Hugo Chávez –después de haberlo intentado por las armas- logró por la vía democrática, la dirección del Estado, y está llevando a Venezuela al comunismo.
Es inaudito, que en pleno siglo XXI, con tantas libertades e información, haya quienes piensen que un sistema político (la dictadura del proletariado) y económico (la propiedad estatal de los medios de producción) se pueda imponer por la fuerza de las armas y la intimidación.
No después de la Perestroika; la caída del muro de Berlín, y la transición que lentamente están dando los países mas retrógrados, hacia la economía de mercado y la democracia; y la que los países mas desarrollados en el capitalismo, dan hacia la democratización de la propiedad de los medios de producción, y el diseño de agresivas políticas de humanización (equidad) del crecimiento.
En otras palabras, capitalismo y comunismo se tocan en sus propósitos, y cada día más en sus estrategias, sin recurrir a las armas. “Verde Olivo” de Roberto Ampuero, y “Dime quien soy” de Julia Navarro, son dos excelentes referencias literarias de lo que fueron estos sistemas de gobierno (y el fascismo el segundo) en la Europa de mediados del siglo pasado. Hoy en día lo que se impone es el pragmatismo: qué y cómo hacer para crecer reduciendo las desigualdades en salud, vivienda y educación, sin limitar excesivamente los derechos y las libertades.
No obstante, el mayor obstáculo a la hora de resolver problemas, no es como se pudiera pensar, la falta de dinero, si no los fundamentalismos y prejuicios de la gente; y las pasiones que se generan al querer cada cual imponer su idea. ¿Será este el principio que alimenta a la guerrilla; o será cierto que la insurrección armada es sólo un estilo de vida que proporciona ingresos a una población carente de oportunidades, y una vida aburguesada a sus dirigentes?
Quiera Dios que esta sea la última muerte en esta guerra incruenta; que los cabecillas se entreguen a las autoridades, o que si lo prefieren, se pierdan del país; y que el grueso de los guerrilleros pueda acogerse a las políticas de desmovilización, contando con que el sistema pueda ofrecerles oportunidades de ganarse la vida de un modo diferente a la intimidación y el uso de las armas.
Del presidente Juan Manuel Santos habíamos dicho en este mismo espacio hace ya casi un año que: ¨…;la vanidad de la burocracia capitalina, ahora de moda, quedó atrapada en los tiempos mediatos de los medios de comunicación. El gobierno, bueno o malo, se siente, y la gente confía en sus percepciones”, más que en los anuncios gubernamentales -aclaro en esta.
No obstante la muerte de Cano, si no es un falso positivo (producto del afán de producir resultados y aplausos, tan de moda) es consecuencia de la política iniciada hace ya más de 8 años, que este gobierno ha tenido a bien continuar. Lo que no avalamos, es la serie de decisiones que para mantener contenta a la case política rola, están reversando la unificación de ministerios, e incrementando la burocracia.
* Ing. Electrónico, MBA, Pensionado de Electricaribe

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