Con pocos días de diferencia hubo dos eventos pre electorales que simbolizan la paradójica realidad política de Colombia: el cierre de inscripción de cédulas y las consultas de partidos.
En el primero hubo aglomeraciones, filas largas, disputas, logística de transporte, refrigerios y algo más; escenas similares a las del día de elecciones. Muchos hombres y mujeres, incluyendo embarazadas o lactantes con sus niños en brazos, y ancianos, acudieron a los puestos de inscripción, en muchos casos lejos de su residencia, desafiando inclusive condiciones climáticas fuertes.
La consulta de partidos para escoger candidatos a gobernaciones y alcaldías fue por el contrario lánguida, sin entusiasmo ni votantes; fenómeno nada coherente con la inversión realizada por el Estado y la logística desplegada por la organización electoral.
Para un observador desprevenido, la primera jornada se podría asociar a un fervor democrático ejemplar, en el que ciudadanos, especialmente humildes, hacen sacrificios grandes con tal de asegurar su derecho a votar en las próximas elecciones.
Pero tal percepción tropieza con el espectáculo deprimente en el que a los ciudadanos pareciera importarles poco lo que decidan sus partidos frente a quienes representarán sus banderas en la contienda por regir los destinos de ciudades y departamentos.
En ambos acontecimientos funcionó una organización logística con inspiraciones diametralmente opuestas. Aunque nunca se admitirá oficialmente, la inscripción de cédulas terminó siendo una especie de “cuota inicial” del compromiso entre electores y caciques políticos, que encuentran en ese mecanismo la herramienta para saber quién cumplió y evaluar la efectividad de las “inversiones”.
Además de las cifras oficiales de cédulas inscritas, las verdaderas estadísticas están en comandos políticos y en los computadores de gamonales electorales que las cotejan con sus propios listados, las cruzan con sus gastos de campaña, la distribución de “incentivos”, la asignación de vehículos y por supuesto, con las expectativas de votos. Las cuentas por lo regular les resultan.
Donde no cuadran tales cifras es en el erario. Para la consulta de partidos se invirtieron más de 70 mil millones de pesos y se deberán reponer 5 mil millones más a los partidos que las realizaron, pero sólo 10 por ciento de las personas aptas para votar lo hicieron
Las lecturas al comparar ambos procesos es que buena parte de quienes se inscribieron para votar, especialmente el último día, ya saben por quién hacerlo, sin que medien propuestas, ni estrategias publicitarias de campaña; y en cuanto a las consultas de partidos, que el común de la gente considera que ese es problema de ellos, o en el peor de los casos que no confían en que su opinión sea tenida en cuenta.
A pesar de la complejidad electoral que tenemos en Cartagena el no haber realizado consultas partidistas nos libra del señalamiento como electorales apáticos, pero nos corresponde ser coherentes con las conquistas del pasado reciente, para evitar que la premisa de lo que ocurre con la inscripción de cédulas se haga efectiva en octubre próximo y nos devuelva política y administrativamente al pasado.
*Trabajador Social y Periodista, docente universitario, asesor en comunicaciones.
germandanilo@hotmail.com
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