Columna


Cincuenta años

SARA MARCELA BOZZI ANDERSON

18 de enero de 2011 12:00 AM

SARA MARCELA BOZZI ANDERSON

18 de enero de 2011 12:00 AM

Se acercan ya los cincuenta años de la fundación del Centro Colombo Americano de Cartagena, allá en la Plaza de la Aduana, institución que ha contribuido de manera rotunda en el desarrollo del turismo, la industria y el comercio de la ciudad.Durante cincuenta años, el Colombo formó secretarias bilingües para la Zona Industrial de Mamonal, a becarios de las universidades locales que decidieron un día cristalizar su sueño de estudiar en el extranjero, o de amantes de la literatura norteamericana que ingresaban a los cursos de conversación avanzados para no olvidar lo que aprendieron en sus viajes.
Su metodología de la enseñanza era tan buena que algunos de los egresados de los doce niveles de los programas, podían luego ingresar al cuerpo de profesores sin necesidad de haber salido nunca de Turbaco. Tal es el caso de la familia Romero, que estudiaba en el Colombo, toda en pleno, y tenía simultáneamente a los hermanos Dago, Ezequiel y María, enseñando en los primeros niveles.
Los cursos podían ser “Acelerados” o “Superacelerados”, según su duración y se basaban en usar los diálogos como instrumento de comunicación. Se evitaban las explicaciones gramaticales largas y se concentraba el trabajo en la conversación permanente en inglés, sin permitir que en el aula de clases se hablara una sola sílaba en español.
Otro hecho fascinante era la heterogeneidad de los cursos: hombres de empresa, amas de casa, jóvenes soñadores, empleados bancarios y cajeras se integraban en su interés por aprender a decir ¡“Thank You” o “Hello!”, dos expresiones indispensables para convivir en sociedad.
Aunque suele decirse que el inglés es un instrumento de colonización, yo pienso que en un sentido cultural, los aportes del Colombo han sido invaluables. Su biblioteca, abierta al público, nos permitió tener acceso a “The Miami Herald”, “The New York Times”, “Newsweek” o “Time”, cuando no existía internet y era imprescindible obtener esa otra mirada del país y del mundo.
Los conciertos de música country o del rock melodioso de los setenta, las películas del cine club, o un simple diálogo con extranjeros en su cafetería, han sido memorables para muchos habitantes de Cartagena.
Otro aspecto importante del Colombo era la credibilidad de sus funciones como institución autorizada para las traducciones oficiales. Aquí, la traducción, es entendida como una profesión y no como un oficio rutinario que arruina la riqueza de dialectos, sociolectos o jergas.
Por ejemplo “¡Good Heavens!”, no puede significar en español “¡buenos cielos!”, porque simplemente en nuestro idioma esa expresión no existe. Su traducción correcta sería “¡cielos!” Ni hablar del sonsonete de los paisas para decir “Entre no más y tome asiento” (“Come between no more and drink a chair”), que tanta risa nos causa a todos los costeños.
Hoy el Colombo, convertido en una flamante universidad que cobija a miles de estudiantes, ofrece carreras profesionales que están en la jugada del turismo, de negocios internacionales, del inglés contable y de la traducción simultánea. Tiene su casa en la vieja Calle de la Factoría y en la sede de los Cuatro Vientos, donde se acerca más a la gente, ampliando su radio de acción y llegando a los sectores donde todavía se siente la necesidad de aprender a decir, “¡Good Morning!”

*Directora Unicarta.

saramarcelabozzi@hotmail.com

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