Columna


Ciudad Inn

ALBERTO ABELLO VIVES

02 de julio de 2011 12:00 AM

ALBERTO ABELLO VIVES

02 de julio de 2011 12:00 AM

Al leer de la historiadora María del Carmen Borrego Plá su trabajo sobre la ciudad indiana del 500, se conoce que hubo una discusión sobre el asentamiento definitivo de Cartagena. Quienes proponían un lugar distinto al de la fundación hispana reclamaban buscar un mejor microclima y acceso a fuentes de agua. Pero triunfó la visión geoestratégica y la ciudad se emplazó a orillas del Caribe entre cuerpos de agua a pesar de las altas temperatura y humedad. Sólo pensar en las sensaciones térmicas de ese entonces, con los calores del junio de hoy, sofoca.
Y la ciudad se fue construyendo con la visión peninsular, usando materiales disponibles en las cercanías. Al hacer las casas se buscaba más sombra y menos sol penetrante. El cruce de corrientes de aire para más fresco. Pronto descubrieron el alto nivel de oxidación y con todo ello la arquitectura, adecuándose al entorno, se fue acomodando al lugar. Paredes gruesas, balaustres de madera y no de hierro, balcones, techos altos y artesonados.
Cada período histórico y cada nueva zona urbanizada traerían sus propios rasgos diferenciadores. Llegó el mal llamado estilo republicano, que en Cuba corresponde al colonial tardío, vinieron las casonas burguesas de Manga que ya escasean y el bello Torices desaparecido. Clima, materiales constructivos, influencias internacionales y tecnologías dejaron huella de cada momento en la ciudad y en las viviendas cartageneras.
Hoy con los altísimos, lujosos y costosos edificios blancos que van bordeando la hermosa bahía de la ciudad, y ocultando el cerro de La Popa, puede ya encontrarse en el presente lo que será la huella del pasado en unas cuantas décadas. Paredes y balcones reemplazados por el vidrio al que los habitantes de antes le huían, todo para poder ver más un paisaje que desaparece y sin importar que estando en ello sea también visto el residente, quien pierde intimidad a no ser que tapice las paredes de vidrio de un sistema bloqueador de luz y temperatura –que ya no se quiere llamar cortinas como antes y ahora hasta eléctricas se instalan.
Influencia de la arquitectura de otros ambientes climáticos como siempre ha sido pero esta vez sin adaptación al medio como lo hicieron los españoles en su momento; nuevas tecnologías constructivas que se introducen a esta industria, como siempre ha sido, pero esta vez con mayor uso de energía eléctrica en una ciudad con problemas de abastecimiento suficiente de ese costoso servicio. Al final, como siempre, son los lugares donde sólo quieren vivir los que tienen y los que sin tener quieren vivir.
Y viene la copia del modelo por toda la ciudad. Vivir sin fachadas blancas y vidrios azules no da estatus. Lo demás se envejece, se subvalora y se abarata. Y la ciudad lo acoge para no desentonar, ya se vieron los postes metálicos para el alumbrado que exigen mayor mantenimiento, ya vienen las estaciones metálicas del nuevo y demorado sistema de transporte. Y la ciudad sigue como antes, en el mismo lugar pero enorme, con el mismo clima, la misma oxidación; es una ciudad sin muchos recursos para el mantenimiento, con problemas de abastecimiento de servicios públicos en tiempos de cambio climático. Con mucho calor y mucha humedad. Pero no importa, la ciudad está “in”. 

*Profesor universitario

albertoabellovives@gmail.com

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