Columna


Clase dirigente

ÓSCAR COLLAZOS

15 de octubre de 2011 12:00 AM

ÓSCAR COLLAZOS

15 de octubre de 2011 12:00 AM

Una de las lecciones más tristes de este proceso electoral es la evidencia de que Cartagena ha estado creciendo en su economía y en su vida cultural y retrocediendo en su vida política. ¿Qué entiendo por vida política? La manera de hacerla pero también los métodos para hacerse elegir.
Durante más de una década se posicionaron en la ciudad nuevas y grandes empresas de sectores industriales, clave en la economía mundial; se internacionalizó aún más su sector turístico; creció el tamaño de sus puertos e instalaciones industriales; se están dando renovaciones tecnológicas y se experimentó un boom inmobiliario sin precedentes.
Yo no sé si exista una clase empresarial cartagenera, como un todo coherente. Existen más empresarios que hace una década. E inversionistas en sectores que se dinamizan. Y los tendrá más a medida que los tratados de libre comercio estimulen la creación de más zonas francas y parques industriales.
Lo que sí sé es que sectores de ese empresariado han cohonestado toda clase de corruptelas de la clase política, la han apoyado y financiado y hoy les importa un bledo saber que sus negocios son muy modernos y eficientes y los políticos que ayudan a elegir muy antiguos y de dudosa eficiencia.
La oferta cultural foránea aumentó considerablemente pero también florecieron grandes iniciativas de su cultura popular. La relación entre cultura y sociedad ha fortalecido los procesos de identidad regionales y debido precisamente a su potencial creativo, en Cartagena están naciendo industrias culturales más consistentes que las tradicionales.
La ciudad deberá replantearse no sólo lo que entiende por cultura, sino superar el miserabilismo con que se financió y gestionaron los mediocres recursos asignados desde el Concejo Distrital. Y no solo porque la ciudad “vende” nacional e internacionalmente patrimonio cultural sino porque la producción artística y cultural necesita de un nuevo marco institucional para situarse en la sociedad e incluso en el mercado.
Lo triste de todo esto es que los procesos de la economía y la cultura no cambiaron para nada a la política. A la clase dirigente de la ciudad le ha interesado más la construcción de empresas rentables que la formación de una ciudadanía deliberativa. Mucha madurez en los negocios; demasiada patética inmadurez en la política.
La política se sigue haciendo con métodos cada vez más envilecidos, yo diría que artesanalmente premodernos, y con una especie de encantamiento de brujos: un político es todavía enviado de Dios para redimir a su pueblo y un explotador desvergonzado del sufrimiento de las víctimas. Me da pena decirlo: Cartagena no tiene los gobernantes que se merece sino los gobernantes que ciertos empresarios, contratistas e inversionistas necesitan. 
La ciudad globalizada por sus negocios va por un lado, y por el otro van las instituciones políticas. Una explicación sencilla: los políticos hacen proselitismo y son elegidos en los sectores sociales menos beneficiados por la modernización de la ciudad, pero son financiados por miembros de una clase empresarial que no ha sabido estar a la altura de su responsabilidad histórica.

*Escritor

salypicante@gmail.com

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