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GUSTAVO BOSSA GRACIA

20 de octubre de 2011 12:00 AM

GUSTAVO BOSSA GRACIA

20 de octubre de 2011 12:00 AM

Estamos rodeados de números. El área 51, el 11S y el 11M, el número de tu canal favorito, dentro de los 80 de televisión por cable, tu número de cédula, la placa del carro, tu número de cuenta con su clave, tu código de estudiante universitario, la clave de tu correo electrónico, la de Facebook, la de Twitter y la de Messenger, talla de ropa de tu esposa, cuánto calza cada uno de tus hijos y aún así, la gran mayoría de los políticos pretenden que los interesados en votar por ellos se aprendan un código más: la letra del partido y el número del candidato. 
Es necesario entender y aprender a manejar los tiempos publicitarios y la personalidad de cada pieza de una campaña, así como los motivadores de los que pretenden capturar como futuros votantes.
La campaña publicitaria política tiene un máximo de tres meses en medios masivos, pero los candidatos deben recordar que este no es su único espacio para persuadir a sus electores, pues quienes aspiran a ser reelegidos tienen a favor el tiempo de precampaña, en el que a pesar de que no pueden hacer publicidad harán “ruido” con otras estrategias comunicativas con el fin de convencerte a votar nuevamente por ellos.
Los electores no votan por A1, YUP4 ó DV7; tienen razones mucho más valiosas que una letra y un número para identificarse con el candidato, y es utópico hablar en nuestro país de disciplina de partido porque no existe.
Las campañas publicitarias se vician al dar relevancia al número y al logo del partido. Tanto, que en casos extremos el nombre del candidato casi ni aparece, mucho menos su frase de campaña, uno de los elementos más importantes para persuadir.
Cuando se vota, los electores lo hacen por personas, por candidatos con los que tiene un vínculo emocional bastante fuerte y despertar ese vínculo es responsabilidad del asesor publicitario.
Sólo quien se siente identificado con el candidato quiere aprenderse su número y partido. Para los que no lo conocen o para los que esta fibra emocional no ha sido tocada, el número y el partido serán irrelevantes.
Capturar nuevos electores exige un proceso de persuasión emotivo, porque en nuestro país poca gente tiene cultura de partido. El proceso electoral en una ciudad como la nuestra tiende más hacia una clase de anatomía que a un debate político: pocos votan con el cerebro, pero con el corazón lo hacen muchos entusiastas. Ni hablar del hígado, que sale a flote cuando se odia al rival y le dan el voto a su contrario, o del estómago, decisorio mayor de las clases menos favorecidas al ir a las urnas.
La publicidad le apunta a aquellos que votan con el corazón porque su compromiso y su capacidad como multiplicadores es enorme. Encontrar el momento adecuado y la pieza indicada para mostrar el número y el partido del candidato será labor del estratega. Sólo en las dos últimas semanas de campaña el consumidor se aprenderá el número y el partido de quien lo convenció de corazón.

*Publicista – Especialista en marketing

gbossag@yahoo.com

*Rotaremos este espacio entre distintos columnistas para dar cabida a una mayor variedad de opiniones.

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