“Caray, no veo la hora en que se acabe este año y con este la conmemoración del bendito Bicentenario de la Independencia de Cartagena de Indias y de tantos eventos donde se le ha dado exagerado protagonismo al populacho en este proceso histórico. No sé de dónde acá a las autoridades de esta ciudad y a los historiadores se les ha dado por asumir al populacho como parte de la memoria constitutiva de la gesta independista cartagenera.
Mis queridas autoridades e historiadores, por Dios, ¿qué es esto? ¿Para dónde vamos? ¿De qué sirve, les pregunto yo a ustedes, que se les dé tanta importancia a personas de origen humilde que poco tuvieron que ver en unos hechos liderados por personalidades de gran estirpe? ¿De cuándo acá hombres y nombres, que me da vergüenza nombrar, como Pedro Romero, artesano y lancero, y José Prudencio Padilla, ejecutado por conspireta, hacen y escriben la Historia? Dejen la cursilería, por Dios, cojan oficio.
¿De cuándo acá el populacho o los negritos han sido protagonistas de grandes gestas, de cuando acá se les puede considerar sujetos de la Historia por Dios, responsables de la proclama de la independencia absoluta de la independencia de Cartagena, Provincia que nunca debió cometer tal locura? Por fortuna España está recuperando la Tierra, el Agua, la Luz y la Telefonía que alguna vez fueron suya. Me abruma y aterra terriblemente, saber que se esté contando el pasado de otra manera. ¿Con qué interés se hace esto? me preguntó yo y les pregunto a ustedes. La Historia la hacen y la escriben grandes prohombres y no hombres de la calaña de Pedro Romero y José Prudencio Padilla y de historiadores como Múnera, Ortiz, Román, Álvarez, y muchos otros, que no saben lo que están diciendo, caray, igualados, así no se hace patria.
Pero lo que más me abruma y me aterra es la gran cantidad de gente común y corriente, escuchando con atención durante días y días a estos historiadores, conferencistas y profesores. Trabajadores y sindicalistas que debieran estar trabajando y no vagando, maestros que debieran estar dando clases y no escuchándolas, estudiantes de colegios y universidades que debieran estar estudiando y no perdiendo el tiempo en paro o en el Teatro Adolfo Mejía que debiera seguirse llamando Heredia, caray. Señores, dejen en paz al populacho, no hay derecho a que le llenen la cabeza con ideas y cuentos que no son.
Ahí están las consecuencias de tener escuelas para que el pueblo aprenda a leer, escribir y contar. Aprenden a hacerlo y luego quieren hasta cambiar la historia, contándola de otra manera. Espero que toda esa masa de gente que dejó de ser analfabeta en esta ciudad, que no sé a dónde va a terminar, no se le dé ahora por profesionalizarse, estudiar Historia y contar o cantar esta como no es, tal como hizo el negrito Joe Arroyo que se las daba de historiador y de rebelde. Qué escándalo, caray. No veo la hora en que todo este cuento del Bicentenario de la Independencia se acabe”.
Todo esto diría Godofredo Cínico Caspa, último bastión de dignidad, decoro, pulcritud y moralidad nacional, personaje del humorista Jaime Garzón, si Cínico Caspa morara en Cartagena, pero sobre todo si Garzón y su humor aún vivieran.
*Lingüista, literato y comunicador para el desarrollo
puntos_de_encuentro@hotmail.com
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