Columna


Colombia, democracia convento

JAIME ANGULO BOSSA

10 de septiembre de 2011 12:00 AM

JAIME ANGULO BOSSA

10 de septiembre de 2011 12:00 AM

A pesar del ruido que los 45 millones de colombianos minuto a minuto producimos, eructando y ventoseando sin cesar amores y odios, alegrías y duelos; de la algarabía grotesca de nuestras radios encendidas y oídas a altos volúmenes por gente alienada con marcas de telas y licores extranjeros que les borran poco a poco autenticidad a lo nuestro; de los llamativos y propagandísticos colores de los grandes medios de comunicación impresos que obnubilan al lector repitiendo consignas para afianzar las verdades imperiales del lado que manda; del permanente timbrar de nuestros celulares parlanchines comunicando negocios y desengaños personales cuya locuacidad escondida acabó con las conversaciones entre personas presentes; en fin, muy a pesar del intenso carnaval de danzas y contradanzas que sin descanso se cumple entre el pensamiento y la información, los dos grandes enemigos de la cultura moderna, cuya música llena de estética los espacios, nosotros, los no alienados, librepensadores que sufrimos el desafinado y estruendoso himno mencionado, vivimos y sobrevivimos entre el estrépito interno y externo de la sociedad moderna, reconociendo sin decirlo que en Colombia a pesar de todo ese estropicio que cubre el panorama nacional, predomina un silencio se-pulcral de carácter esencial, obra maestra de la derecha universal del cual pocos nos damos cuenta.
No obstante la bulla que llena a Colombia y de ella se expande, la nuestra es en el fondo una república callada, cuasi muda, de boca cerrada, tapada por la locuacidad de no pensamiento que se le mete entre los la-bios como un guardián que apresa las palabras, supuestamente cómplices de los ideotraficantes. Por eso el filósofo que la estudió dióle el nombre de “democracia convento” al ver que en su puerta aparece el Prior con balandrán de lujo, semejando Jefe de Estado, Presidente, o mejor Presidarca,  que todo lo puede, de cuya cintura cuelgan los alamares del poder, representado en las llaves de la religión, noticias, desfiles y procesiones, de las leyes y decretos. Era el esquema del que ordena, habla, dispone y se auto escucha porque a sí mismo todo va dirigido.
¿“Democracia convento?”, se preguntó el Prior, santificado por su apellido y sus principios y la perfección de su mandar. Claro,  porque lo único que aquí no se oye ni se puede oír, agregó, es la palabra Oposición, que algunos como el autor escriben con mayúscula inicial por su importancia. ¿Mas para qué, si yo soy la nación, la república, y en mí caben el sí y el no, lo bueno y lo malo, y yo corrijo lo que haya que corregir? Por Prior y siendo “yo soy el que soy” como dicen que Cristo dijo adivinándome, decidí que ese estrépito de 45 millones de colombianos gritones, cubierto de tantas maneras, sea solo equiparado por el gran silencio democrático encerrado en la figura política llamada “unidad nacional” de todos los partidos políticos de derecha, sus eructos y pedos, con exclusión de la Oposición, a la que no se determina, porque de tan pequeña que la consideran, se supone que no existe. 
La unidad es una rara liga oligárquica, un “frente nacional preñado”, de muchos partidos, porque el primero sólo fue de dos. Y a la Oposición ¿qué? ¿La callamos?

*Abogado, catedrático, ex Representante, ex Senador, ex Gobernador, ex embajador ante la ONU.

jangossa3@gmail.com

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