Columna


Como escoger un buen socio

ALBERTO ARAÚJO MERLANO

21 de enero de 2012 12:00 AM

ALBERTO ARAÚJO MERLANO

21 de enero de 2012 12:00 AM

Un amigo que conoció mis palabras en el homenaje que la Sociedad Colombiana de Arquitectos le rindió a Luis Rafael Hoyos, gerente general y socio de Araujo y Segovia, me pidió que escribiera sobre cómo escoger un buen socio.
No es fácil pues en la vida de los negocios un buen socio es tan trascendental como en la vida matrimonial lo es conseguir un cónyuge a quien hacer feliz y que lo haga feliz a uno mismo.
Quizás estas dos elecciones sean las que más influyan en nuestro éxito económico y felicidad personal.
Don Miguel García Sánchez, un sabio autodidacta provisto de un envidiable sentido común, que amasó una fortuna inmensa partiendo de cero, a quien acompañaba en una visita de inspección al hotel Plaza de Bolívar, entonces de su propiedad, me reveló, hace más de cincuenta años, lo que él consideraba el secreto de su éxito.
El era una persona madura, afable, tranquila y yo un joven que lo admiraba y que anhelaba salir adelante.
Mientras recorríamos el hotel se me ocurrió preguntarle: “Don Miguel, ¿cuál cree usted que sea el secreto para el éxito sobresaliente en los negocios?”.
Me miró a los ojos y me respondió una frase que me marcó de por vida: “Con buen socio no hay negocio malo, con mal socio no hay negocio bueno”. Y cambió de tema. Me sorprendió la sencillez y la espontaneidad de la respuesta.
La pregunta que sigue es qué se considera un buen socio y qué uno malo.
En mi caso, busco en un socio a una persona íntegra, de carácter, centrado en principios, honesta, leal, eficaz, en quien pueda confiar. Para mí es lo esencial. Luego, que ojala pueda aportar más que yo mismo en la nueva empresa, esto es, que sea más inteligente, más conocedor de los vericuetos del negocio y que le guste de verdad lo que emprenderemos. Lo demás no me importa mucho.
En las varias sociedades de que he formado parte, la fórmula ha funcionado y con su aplicación hemos logrado grandes éxitos.
Ahora bien, no todo el mundo tiene madera de empresario. Sin embargo, si uno mismo lo es y el socio llena los requisitos mencionados, la sociedad funciona bien.
En mi caso también ha funcionado la complementariedad. Generalmente mis socios han sido bien diferentes a mí. Si pensáramos igual uno de los dos sobraría, pero si cada uno aporta una visión diferente, sobreviene la discusión creadora.
Cada uno da argumentos que puede defender con ardor pero respetuosamente y a la postre se escoge lo que parezca mejor, que suele ser una combinación de las varias propuestas.
Soy muy flexible y reconozco fácilmente el acierto de la visión del otro, aunque la haya combatido acaloradamente.
Eso con relación al socio o a los socios pero hay otros aspectos al crear una sociedad. Ante todo analizar cuidadosamente el objeto central del nuevo negocio.
Hay que ver si llena un vacío o satisface una necesidad sentida de la comunidad o si aporta una innovación importante a lo que ofrece la competencia.
Si así fuere, lo que sigue es elaborar con cuidado el Plan de Negocios, trabajar con entusiasmo y merecer confianza entregándole al cliente más de lo que espera.

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