Columna


Como los paraguas: abiertos

JORGE ENRIQUE RUMIÉ

01 de junio de 2012 12:00 AM

JORGE RUMIÉ

01 de junio de 2012 12:00 AM

De los 10 departamentos más atrasados de Colombia, seis están en la costa Caribe.
De mayor a menor, el escalafón de la miseria se viene repartiendo históricamente entre Guajira, Sucre, Córdoba, Magdalena, Cesar y Bolívar. Y como región consolidada, el Caribe colombiano, por sustracción de materia, es el territorio nacional que más pobreza tiene.
Dicho lo anterior, cualquiera se preguntaría: ¿por qué diablos somos la región más pobre de Colombia? ¿Acaso somos los únicos que tenemos algunas limitaciones mentales? ¿O como diría mi amigo, don Alberto Araújo, será que tuvimos la mala suerte de no descubrir nuestros talentos individuales y colectivos?
Son varios los factores que pueden explicar nuestra situación de atraso comparativo, en donde las causas y las consecuencias se terminan mezclando por aquello de que “pobreza trae más pobreza”. Pero lo que “sí” debemos tener claro, y lo podemos estampar con letra grande, es que el progreso regional lo tienen los territorios que manejan y toman las decisiones económicas y políticas del Gobierno central. Y en el caso de Colombia, el Caribe quedó tan lejano, quedamos tan distantes, que terminamos siendo el único país en el universo, repito, la única nación en el mundo, donde el desarrollo regional fue esquivo a las tierras con litoral. El progreso nos pasó por un lado, compañero, por estribor, para ser más exactos. Navegando por un río indómito y turbio, llamado Magdalena, por donde se recibían y se despachaban las mercancías cargadas de poder, hacia el interior del país.
La historia detallada sobre las disputas de poder entre Cartagena y Santa Fe -desde la Colonia hasta la Independencia- fueron analizadas con maestría por Alfonso Múnera, en su libro: “El Fracaso de la Nación”. En él dijo: “Construir un Estado–nación centrado en los Andes fue imposible mientras Cartagena tuvo fuerzas suficientes para resistir. En 1815 el ejercito reconquistador de Pablo Morillo destruyó por completo el poder militar, económico y político de Cartagena, con el concurso pasivo de Santa Fe y del resto de las provincias andinas…;” Y se puede decir que desde aquella fecha perdimos la capacidad de mantener el equilibrio regional, incluyendo hasta las pinceladas presidenciales posteriores de Núñez, a finales del siglo 19.
Con la entrada del siglo 20, la cosa empeoró. Empezando porque no hemos tenido presidente caribeño desde hace 118 años.
Un análisis interesantísimo lo podemos medir (encontrar) con la publicación reciente de Adolfo Meisel, bajo el título: “¿Quién manda aquí? Poder regional y participación de la Costa Caribe en los gabinetes ministeriales, 1900–2000”.
Dicho estudio -con lujo estadístico– demuestra que el Caribe colombiano participó como “las guayaberas” (es decir, por fuera) de las decisiones estatales. En efecto, de un total de 702 ministros que tuvimos en la última centuria, entre Bogotá, Antioquia, Valle, Santander, Boyacá, Caldas y Cauca, concentraron el 68,3% de los ministerios. Inclusive, nuestro último ministro de Hacienda fue el samario-quillero, Tomás Suri Salcedo, en el año 1918.
Como quien dice, amigo, estamos como los paraguas: abiertos. La  chequera estatal no la olemos desde hace 94 años.   

*Empresario

jorgerumie@gmail.com

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