Según el autor, la tolerancia a la violencia en las relaciones interpersonales es mínima. El código moral de las sociedades modernas rechaza con vehemencia el maltrato a los niños y la discriminación a la mujer, así como reclama igualdad para los gays. También ayuda el aumento en los niveles de educación y el rechazo general a prácticas vejatorias del cuerpo humano: canibalismo, esclavismo, mutilaciones, quema de herejes, etc.
Dworkin, en Los derechos en serio, expresa que la revolución de los derechos se debe a un proceso histórico en el que la dignidad humana y la igualdad se hicieron inescindibles con la persona, lo cual tuvo su epítome después de la segunda posguerra.
Para Pinker cada vez es menos frecuente la guerra, entendida como conflicto armado que causa más de 1.000 muertes anualmente en combate. Cita varios datos para respaldar su tesis sobre la infrecuencia de las guerras en el mundo actual: desde la guerra de Corea no ha habido conflictos bélicos entre potencias mundiales; los Estados europeos no han tenido enfrentamientos de gran escala en 40 años; China no ha tenido una escaramuza en más de dos décadas; India y Pakistán prefieren no pelear por Cachemira; y las Coreas tienen la certidumbre de que en un enfrentamiento no habría ganadores.
La guerra está en desuso, porque no genera los beneficios del pasado. Históricamente, los conflictos bélicos eran un medio para que los Estados victoriosos ganaran nuevos territorios, lo cual no ocurre desde los tiempos de la segunda guerra mundial, porque mal o bien el mundo se gobierna por normas supranacionales. El declive de los conflictos también se explica por el temor de que se afecte el comercio internacional: antes la riqueza tenía como fuente la tierra, hoy emana principalmente del intercambio comercial entre países, por lo que la guerra empobrece a las naciones.
Predomina en el mundo la teoría liberal de los derechos (impulsada por un fuerte activismo judicial) y el libre comercio de bienes, servicios e ideas facilitado por los tratados de libre comercio, los foros internacionales (tipo OMC) y las redes sociales.
Pero es inevitable que un colombiano al leer la tesis de Pinker se pregunte sobre la longevidad de nuestro conflicto interno. ¿Por qué no se acaba? ¿Será porque las FARC se resisten a las ideas que predominan en el mundo? Para Pashukanis (teoría marxista del derecho) y las escuelas críticas americanas, el discurso de los derechos fundamentales es sólo un instrumento para dispersar los movimientos sociales y aplazar sus legítimas aspiraciones. Así, la tutela sería tan sólo un mecanismo –en la superestructura- con el cual el sistema hace algunas concesiones a sus ciudadanos. Y bajo el prisma marxista-leninista las FARC dirían que el libre comercio –que beneficia a los consumidores- no acaba con la explotación del proletariado.
El conflicto se debería, entonces, a posturas ideológicas irreconciliables, que radicalizan a las FARC a pesar de los golpes certeros recibidos. Parecería que son los dogmas y no la realidad lo que obstaculiza la paz en Colombia.
*Abogado y Filósofo
tiradojorge@hotmail.com
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