Columna


Campo, usted fue ungido con legitimación indiscutible para gobernar a Cartagena, no para hacer lo que le venga en gana.
No permita, alcalde, que los áulicos remunerados lo lleven a habitar una ciudad ideal. Quédese en la imperfecta Cartagena que le dio los votos, mire sus destartaladas avenidas y calles, el caos en la calle Panamá y en Bazurto y en tantos otros sitios, mire los expendios antihigiénicos de alimentos que están por doquier, recuerde que carece de aceras despejadas para caminar, rememore que las aceras son trampas mortales por faltas de tapas y losas, sepa que en muchas ventanillas distritales todo se vende, no disimule la fetidez que respirará en muchas oficinas distritales, en suma, recuerde que gobernará la Cartagena que usted denunciaba y que prometió arreglar.
Fue elegido, alcalde, para que administre dentro de sus competencias y en procura del bien común. Para que respete la dignidad de sus conciudadanos y reconozca sus derechos. No para fungir como hada madrina a quien se ha entregado una caja para que reparta a su antojo y como dádivas, medallas, llaves de la ciudad, puestos, contratos, casas, becas, decisiones acomodadas, etc. La ciudadanía espera un ejercicio responsable como imponen la constitución y la ley, no quiere favores que la humillen sino ejercicio del poder que haga efectivos sus derechos y la dignifique.
Alcalde, no gobierne para cosechar los efímeros aplausos y desdeñe los elogios de los invitados de otras latitudes que hablan de la Cartagena próspera porque sienten fastidio de conocer la Cartagena de la miseria, de aquella en que no se está seguro ni en la casa. Tampoco compre aplausos locales, que para eso no es el dinero de la Cartagena llena de pobreza y miseria. Cree empleos dignos y no necesitará distribuir limosnas oficiales para generar buena imagen.
Recuerde que no será más porque lo elogien ni menos porque lo vituperen. Será lo que sus obras reales griten.
Diga la verdad siempre alcalde, aunque ello le depare sinsabores. Si sobreviene un fracaso enorme, como el del emisario submarino, tenga el coraje de reconocer que la ciudad pierde mucho dinero por causa de una contratación improvidente que impide obtener resarcimiento de los aseguradores y de los contratistas insolventes.
No se escude, alcalde, tras el burladero de las delegaciones de papel. Asuma la responsabilidad plena, de frente a la comunidad, por todo aquello que hizo, que dejó hacer o que omitió hacer.
Alcalde, respete a sus gobernados: escúchelos y sea puntual en todas las citas y actos oficiales.
Alcalde, si habla de moral que sea porque en verdad reinstaló esta virtud en la administración distrital. No la use como tapiz para cubrir la podredumbre.
Recuerde que transparencia es mostrar todo, no retórica. Gobierne sin sigilos ni argucias para esconder la verdad.
Alcalde, obre siempre conforme a planes y no al impulso irreflexivo de las emociones ni para satisfacer momentáneas exigencias cuya complacencia regala efímera fama de gobernante bondadoso. Prefiera ser gobernante austero, ceñido a valores, principios y programas.
En fin, sea el mejor ciudadano, y permita al pueblo decir, cuando expire su mandato, que ¡al fin! Cartagena eligió muy bien y tuvo excelente alcalde.

*Abogado – Docente de la Universidad del Sinú – Cartagena h.hernandez@hernandezypereira.com

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