Columna


Conversión del corazón

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

09 de enero de 2011 12:00 AM

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

09 de enero de 2011 12:00 AM

Año nuevo, vida nueva…;cada año invita a recomenzar, a mejorar, a progresar, a ser mejores personas. La conversión del corazón es la cirugía mayor que podemos hacernos para reencaucharnos e iniciar nuestro año con el pie derecho, llenos de entusiasmo y alegría. Yo sugeriría 7 pasos para que ese corazón quede como nuevo y empiece a latir con mayor fuerza:
1. Renovar nuestra amistad con Dios. Buscarlo, hablarle, conocerlo, exponerle nuestras preocupaciones, nuestras dificultades y nuestras aspiraciones. Con gratitud, hacer inventario de las cosas positivas que valoramos. Visitarlo en el Santísimo y vivir siempre en su presencia para estar abiertos a su amor y a su sabiduría.
2. Valorarnos a nosotros mismos. Reconocernos los privilegiados de la creación, hechos a imagen y semejanza de Dios, con capacidad de pensar, de decidir, de progresar, de amar y de actuar con libertad. Valorar nuestra vida, nuestro tiempo, nuestra historia y cada momento de nuestra existencia, como oportunidades para crecer en nuestra capacidad de ser siempre un poco mejores.
3. Valorar a los demás. Ver en cada persona, un poco de Dios. Entender y aceptar las diferencias en las maneras de pensar y de actuar y saber que todos estamos para apoyarnos mutuamente en el camino hacia Dios. El que nos hace la vida un poco más difícil, nos impulsa a desarrollar valores internos como por ejemplo: la paciencia, la generosidad y el amor. Quien es amable con nosotros, nos apoya para tener más energía y entusiasmo para avanzar.
4. Transformarnos continuamente y transformar para bien, en unión a los demás, todo lo que esté a nuestro alcance, de acuerdo a las leyes de Dios. La vida es tarea de mejoramiento continuo de nuestro ser y de lo que nos rodea.
5. Abrirnos al perdón y al amor. Reciclar permanentemente nuestros sentimientos, pensamientos y acciones, reforzando lo positivo, lo agradable, lo noble y superando las diferencias, resentimientos y rencores. Si ofendemos a alguien, estar siempre dispuestos a pedir perdón y si lo han hecho con nosotros, perdonar de corazón. Buscar el perdón de Dios en la confesión, revisando continuamente nuestra alma para tenerla limpia ante Él.
6. Soñar, planear y actuar. En oración, buscar en nuestro ser las motivaciones, los sueños, las aspiraciones y los deseos para alinearlos a la voluntad de Dios y construir realidades más edificantes para nosotros mismos, nuestras familias y nuestra sociedad. Apoyar causas nobles, soñar con situaciones más justas y amables para todos y trabajar por lograrlas.
7. Amar y servir. Ponernos a disposición de los demás para contribuir con nuestras vidas en lo que podamos. Que al final de nuestros días Jesús nos diga: “Vengan ustedes los que han sido bendecidos por mi Padre; reciban el reino que está preparado para ustedes desde que Dios hizo el mundo. Pues tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; anduve como forastero, y me dieron alojamiento. Me faltó ropa, y ustedes me la dieron; estuve enfermo o en la cárcel y me visitaron*…;”
Con el corazón transformado, disfrutemos de esta vida, trabajando con fe, esperanza y amor, por conseguir la vida plena en la presencia de Dios y en comunión con nuestros hermanos.

*(Mt 25, 34-40)

*Economista, orientadora familiar y coach personal y empresarial.

judithdepaniza@yahoo.com
 

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