Columna


Cuatro hábitos para la excelencia

ALBERTO ARAÚJO MERLANO

03 de septiembre de 2011 12:00 AM

ALBERTO ARAÚJO MERLANO

03 de septiembre de 2011 12:00 AM

Los principios morales son inmodificables, normas infalibles, evidentes y eternas, de acatamiento moralmente obligatorio. Aplicarlos conduce al buen obrar. Su desacato trae malas consecuencias. 
La contraseña de los principios correctos es el amor: de él fluyen la veracidad, la integridad, la responsabilidad, la bondad, etc., toda la jerarquía de valores que surge de los principios morales.
Los buenos hábitos son la expresión viva de los valores correctos, y cuatro son como el compendio de todos: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.
Quien desarrolló su inteligencia emocional, esto es, quien reemplazó a un tiempo la timidez y la irritación fácil por el predominio de su razón sobre sus sentimientos, maduró para ejercitar la prudencia, el hábito de analizar, medir y sopesar las decisiones y sus posibles consecuencias, pero que una vez adoptadas se ejecutan con coraje hasta lograr lo determinado. Por eso se dice que el prudente siempre sabe lo que quiere y usa los medios adecuados para conseguirlo.
En la política he admirado como arquetipos de personas prudentes a Mariano Ospina Pérez, Alberto Lleras Camargo y ahora, a Juan Manuel Santos. La prudencia es la virtud propia de quienes saben mandar. Con ella parece que tuvieran a su servicio un instrumento mágico para alcanzar altas posiciones y lograr cuanto se proponen.
Quien practica a diario la prudencia está listo para incorporar a su personalidad, a su manera de ser, la justicia, que consiste en dar a cada quien lo que le corresponde. Si se trata de un empleado, un salario justo, reconocimiento y gratitud; en las relaciones de negocios, aplicar la filosofía gano-ganas, donde todos reciben el beneficio que les corresponde. Etc.
De la fortaleza se dice que es el hábito de los triunfadores, que saben lo que quieren y lo buscan con perseverancia, convirtiendo los  eventuales fracasos en peldaños, lecciones que facilitan obtener lo que finalmente quieren.
¿Y qué decir de la templanza? Es quizá el hábito menos valorado en nuestras comunidades. Es el hábito del buen vivir, del disfrute equilibrado de los placeres que puede proporcionarnos el buen uso de los cinco sentidos.
Son muchas las riquezas de la templanza y que dilapidamos a diario por no tener conciencia de ellas. La sola contemplación de la naturaleza brinda una sinfonía de placeres a nuestros sentidos. El buen comer y el saber beber con moderación, otra. Y el sexo sano y educado es la mejor herramienta para asegurar la fidelidad entre los esposos y la unidad familiar.
Por razones culturales y la manera como a veces miramos el sexo, algunos varones sufren de eyaculación precoz u otros desórdenes similares y algunas mujeres de frigidez u otras dificultades menores que suelen ser causa de infidelidades y divorcios. Pienso que a veces, más que acudir a un sicoanalista, algunas parejas podrían consultar a un sexólogo idóneo y serio.
Los solteros no saben de lo que se están perdiendo. Un matrimonio bien avenido es la mayor fuente de felicidad de que puede gozar un ser humano; el amor a la pareja y a los hijos proporciona las mayores delicias que se pueden experimentar en la tierra.
Ahora es tu oportunidad para convertirte  en persona excelente. Es el anhelo de GENIALES, red de Oportunidades.

talarame@hotmail.com

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