Columna


¿Cultura mafiosa?

MARTHA AMOR OLAYA

09 de julio de 2012 12:00 AM

MARTHA AMOR OLAYA

09 de julio de 2012 12:00 AM

La captura de alias “fritanga” pone sobre el tapete una serie de asuntos para analizar nuestra sociedad, su cultura y sus instituciones.
¿Qué pasa en una sociedad infestada por una reproducción constante, masiva, de violencia, conflicto, drogas, mafia, ilegalidad?
Los escándalos de corrupción más grande que ha tenido el país han estado determinados por los “nexos” o las “relaciones” que funcionarios públicos tienen con: el narcotráfico, paramilitares, guerrilla, en definitiva, organizaciones criminales.
Esto supone que el mal uso del poder tiene que ver con los principios del funcionario, pero también con una realidad que somete ya sea mediante la intimidación, el miedo, el terrorismo e incluso el deseo mismo de un poder mayor. Nada justifica la corrupción y por algo gran valía tienen esos hombres incorruptibles que han preferido inmolarse que traicionar sus principios. Y son ellos precisamente los que toman control sobre el rumbo de los acontecimientos, cambian la historia y se convierten en referentes.
Esta sociedad no quiere hablar de crisis de valores y el relativismo cultural nos pone frente a dilemas en los que la ética pierde su carácter universal y da posibilidades de comprensión de acuerdo con las circunstancias determinantes.
Es cierto entonces que nuestra sociedad produce muchos capos como lo dijo Ricardo Chica en su columna dominical y también es cierto que esos muchos, y las múltiples y complejas realidades han flexibilizados nuestros horizontes morales volviéndonos acríticos e inmutables frente a la ilegalidad.
La sanción social que tan buenos resultados le ha dado a Mockus en su discurso de la cultura ciudadana es casi inexistente en este contexto de corrupción y criminalidad galopante.
Ahí está el matrimonio de alias Fritanga. La gente asiste a una fiesta de 7 días en una isla llena de excentricidades, plagada de lujos y nadie cuestiona el dinero con el que se paga la fiesta. Nadie cuestiona la procedencia de los ingresos de su “amigo”, sobre todo si puede gozar de ellos. Fritanga figuraba como muerto, esto supone una falla institucional o incluso cooptación del Estado. En nuestra ciudad convivimos con gente que sospechosamente amasa rápido una gran fortuna, se les ve armados y hasta de apariencia y comportamientos extraños; pero el discurso posmoderno nos prohíbe juzgar a priori y determinar estereotipos; entonces aceptamos la diferencia per se, corriendo riesgos tan altos como el de una sociedad indiferente y permisiva.
Así es como nuestras hijas terminan saliendo con un tipo que un día decide levantarla a machetazos y prenderle fuego. Así es como convertimos en estrellita a una prepago que le dice al mundo sin sonrojarse que “se prostituye como lo haría cualquier madre soltera para darle mejor vida a su hijo” y de paso se convierte en referencia aspiracional de nuestras jóvenes. Así es como elegimos una y otra vez a los políticos que nos han robado o han sido investigados e incluso condenados y en lugar de sancionarlos moralmente los premiamos con una nueva oportunidad para sus abusos.
Lo hemos visto, nuestras instituciones no están blindadas contra los seres que las infestan de corrupción, nuestra sociedad no ha sido dura con la sanción social y peligrosamente estamos reproduciendo y adoptando conductas sociales que legitiman una cultura mafiosa que nos determina y debería al menos, avergonzarnos.

* Comunicadora social-periodista

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