Respecto de Gaviria se discute si su renuncia ideológica de 1992 al disponer la indiscriminada apertura económica del país e implantarle al liberalismo, entonces de izquierda democrática, el derechista credo neoliberal del Consenso de Washington (regreso a la libertad de industria y comercio, a la desregulación de sus controles reduciendo el Estado como medio de acabar su intervención en la economía y sus obligaciones sociales) lo benefició al modernizarlo, entrañar un respaldo a sus principios y al país aumentando su riqueza nacional; si favoreció a los de abajo y no a los de arriba como ocurrió, o si, al contrario, mató la grandeza ideológica y ética del PLC hecha históricamente y puso al Estado en indefensión frente al capitalismo salvaje de aquí y de allá que lo inspira. He ahí el quid de la oscura noche gavirista.¿Fue tal apertura un real progreso ideológico, económico, político y social jalonado por Gaviria y su neo concepción liberal nunca aprobada por Convención alguna del Partido, o por el contrario supuso un paso atrás, algo así como el canto de la palinodia del que hasta entonces fue uno progresista inspirado en fértil ideario de izquierda democrática y que así se volvía por lo menos de centro-derecha? Esa es la pregunta que me hago en mi labor intelectual diaria como demócrata. Convencido insisto en que fue un claro paso atrás, un necio ingreso, por vía del retorno, a los campos del adversario, llámese centro, centro-centro, extremo-centro, derecha, centro-derecha, derecha-centro, centro-izquierda, izquierda-centro, donde se cumplen las pugnas dialécticas del pensamiento. Nunca respaldé tan reaccionaria postura y ahora con mayor razón la combato.
Como no soy expositor de mudable conciencia, sino un pensador atado a los altos valores humanísticos del liberalismo de izquierda o liberal-socialismo, no cambiaré de actitud mientras no se me pruebe lo contrario. Por eso siento que espadas de muerte lo cruzan cuando bajo su sigla –PLC-, deshonrándolo, se transforma en caldera hirviente donde el capital financiero hace mutaciones ideológicas, éticas y políticas creyendo que el retorno a las primarias raíces de lucro de aquel mediáticamente lo hacen avanzar aunque ceda en democracia, pues el “ballyhoo” de la información y publicidad es más que la pura convicción.
Aunque ganara votos, el PLC sería ideológicamente un muerto vivo, un zombi que arrastra su bandera, pisotea sus valores, agota la fuerza de tsunami creador y popular que tuvo y ultraja su nombre inspirador de tantos héroes por el que murieron miles de mártires a cuya cabeza siguen Uribe y Gaitán.
Al no condenar a quienes lo traicionaron éticamente con el 8.000 y doctrinariamente con el neoliberalismo que derechizado profesa ni tampoco desligarse del paramilitarismo integrado a sabiendas por muchos de sus jefes y congresistas, sigiloso abre caminos ad hoc para que estos retornen a sus filas sin arrepentirse en vez de atraer hacia ellas a las incontaminadas nuevas generaciones.
Por eso el PLC hoy es sólo un ruidoso mercado de usados donde badulaques ideológicos y dudosos políticos tapan sus rostros buscando remedios burocráticos que curen los dos grandes males de los que morirán: el reaccionarismo y la corrupción.
*Abogado, catedrático, ex Representante, ex Senador, ex Gobernador, ex embajador ante la ONU.
jangossa3@gmail.com
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