Mucho antes de que el presidente J. M. Santos se posesionara simbólicamente en la Sierra Nevada, frente a las autoridades de los indígenas koguis, wiwas, arahuacos y kankuamos, La Niña y El Niño –episodios climáticos–, venían haciendo estragos en Colombia. Igualmente ya había recibido declaraciones proféticas de líderes cristianos, quienes le aseguraron que él sería Presidente.
A raíz de estos casos surgen reacciones divergentes que ponen al presidente ante el reto de los símbolos. Jaime Bayly se burló de un ministro cristiano evangélico que bendijo a Santos; y dio a entender que dicho líder era un “charlatán”. Lo propio hicieron muchas personas del común. Al final, J. M. Santos fue elegido Presidente, con una votación descomunal, la cual, quizás, desconcertó al señor Bayly, quien después renunció a su programa de televisión.
Los que objetaron la posesión en la Sierra no comparten que el Presidente haya “desestimado” la bendición que le impartieron en el nombre de Dios, al haber aceptado un collar con cuatro tumas o piedras sagradas, símbolos de esta teogonía ancestral. Piedras que simbolizan el agua, la tierra, la comida y el mar; y dos hilos de algodón: aseguranzas para atar sus muñecas, la protección y compromiso con la naturaleza. El bastón de mando recibido, a su vez, representa la autoridad. Por ello, sostienen algunos que el ritual en la Sierra Nevada podría ser una de las causas del incremento de sucesos adversos en el país.
¿Qué connotaciones suscitan los otros símbolos? A la luz de la Carta a los Efesios, el presidente quedó atado a seres espirituales, enemigos del ser humano, potestades, principados y gobernadores de las tinieblas.
La cuestión no es tan simple. Siempre que visitemos el misterio insondable de Dios podemos quedar perplejos o llenos de plenitud. El valor de la salvación eterna, propiciada por la muerte y resurrección de Jesucristo, simboliza, en fe, la superioridad de la vida sobre la muerte. Aunque los indígenas no conocen el legado libertario de Jesús, sí hay que admirarlos en su vocación justa de vivir en paz con la Tierra.
Ahora surge un desacuerdo supremamente delicado. Los mamos están inclinados a marginar de su comunidad a los koguis que acepten el cristianismo como fuente de felicidad. ¿Será que sus símbolos espirituales desbordan la Constitución? La Constitución establece la libertad de culto a todos los colombianos. Sería digno que ellos practicaran el pluralismo con el ser diferente.
Por lo visto, el presidente Santos como que le apuesta más al diálogo intercultural que al compromiso espiritual con estas culturas cósmicas y mitocéntricas. A lo mejor es así, sin sugerir que la representación simbólica del mundo, de estos pueblos milenarios sea la más perfecta. Nos parece que el Presidente desea reconocerles el derecho a defender su identidad, cuyos valores les han permitido resistir a la supuesta civilización, culpable real, en muchos aspectos, de sus dolores y desgracias.
Es evidente: ellos también son víctimas del “victimario”. No obstante, es posible aprender de sus simbologías –lo positivo de su ciencia y sus saberes–, y viceversa. Amarlos, compartirles, como ejemplos de interlocución válida, debe ser una labor cultural hacia estos hermanos históricos.
*Docente UTB
argemiromenco@yahoo.com
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