Columna


De partidos y avales

JOAQUÍN FRANCO BURGOS

26 de mayo de 2011 12:00 AM

JOAQUÍN FRANCO BURGOS

26 de mayo de 2011 12:00 AM

Desde hace veinte años, nuestra joven Constitución no ha servido para otra cosa que para dar cabida a la corrupción de la clase política.
Cuando yo me acercaba al despacho de Juancho Vélez Herrera, en la Secretaría de la Alcaldía de Cartagena de Indias, para inscribir mi candidatura como aspirante a la Cámara de Representantes o el Concejo de mi ciudad, simplemente manifestaba que pertenecía al Partido Conservador y eso bastaba.
Laureano Gómez decía que a la gente hay que creerle lo que dice, y eso era suficiente cuando inscribía mi candidatura como godo. Ahora se necesita un aval, algo así como una fianza del Partido legalizado en el Consejo Electoral; y eso cuesta, tiene su valor arriba de la mesa, y en algunas colectividades, debajo de ella. Por eso hoy, tenemos decenas de Partidos políticos, sin principios ideológicos, sin estatutos, incluso sin banderas.
Por 150 años, antes de 1991, nos acomodamos a dos partidos tradicionales. José Eusebio Caro (1817-1901), con Mariano Ospina Rodríguez (1805-1885), en 1845, fundaron el Partido Conservador Colombiano, y el Partido Liberal, por Anselmo Vicente, más conocido como Vicente Azuero Plata (1787-1844), con ideologías definidas y banderas sin tinturas. Hoy es fácil apreciar como un político cambia de partido, por un aval o un puesto en la burocracia oficial. Se voltean más que un desvelado, como diría el ex Vicepresidente Santos. Todo esto invita a la corrupción, y mucho más cuando el artido que feria los avales, recibe del Estado, de los contribuyentes, una suma por los votos de sus avalados, los recibidos por la colectividad.
¿Qué seriedad podemos apreciar hoy en la política colombiana, cuando un candidato puede amenazar a los directivos de su partido con cambiarse a otro, si no le dan el aval? ¡Corrupción y más irregularidades en nuestra clase política, llamada a dar ejemplos de buena conducta!
Pero cuando un candidato no quiere someterse al costoso aval, busca el sistema de firmas, fórmula que lo libera de la disciplina de un partido, que algunas veces es impuesta no por un reglamento o unos estatutos, sino por el deseo de los directivos de la organización política, sin ideología. Pero ¿esto de recoger firmas sí es democrático? No lo creo, porque un firmante puede hacerlo por varios candidatos para el mismo fin, luego es una farsa.
Para alcanzar el aval conservador, en la última elección para Presidente, ¿de cuántas artimañas y triquiñuelas no se valieron uno que otro aspirante?              
Y para vergüenza de mi Partido Conservador, un personaje que ha recibido los máximos honores de mi colectividad inscribe la candidatura conservadora de Noemí, y sin aprovechar el secreto del voto, lo hace en forma descarada por el candidato del llamado Partido de la U, hoy Presidente de Colombia.
Regresemos a nuestra Constitución del 86, terminemos con la norma de los llamados avales, puesta en la del 91; porque así también borramos una oportunidad más de corrupción en nuestra clase política, hoy muy cuestionada, señalada.

francoburgos@costa.net.co

*Rotaremos este espacio entre distintos columnistas para dar cabida a una mayor variedad de opiniones.
 

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