Regresar a La Candelaria, en Bogotá, luego de muchos años de ausencia, fue una invitación a retornar al pasado, a la vida de historiadores, poetas, bailarinas descalzas y vecinos enamorados de su territorio. Aquí residió por muchos años el “Palenque de Delia”, y la vieja “Casa del Tipógrafo”, de Espinosa de los Monteros, cuna de la proclamación en Colombia de los “Derechos del Hombre”. Ahora está casa republicana, conocida como “La Casa de la Botica”, y es el lugar privilegiado donde resucitan los diálogos y versos de antaño. La Candelaria está habitada por artesanos, intelectuales, e iglesias, que conviven en perfecta armonía con las montañas…; En este territorio es fácil imaginar un futuro mejor. El espíritu de quienes la habitan hoy y de quienes la poblaron en el pasado reciente, es una síntesis feliz de ideas y esperanzas que conviven en paz. El barrio tradicional conserva aún su entorno delicado y la inocencia y sencillez particular de sus habitantes. Por fortuna, no es Disneylandia ni Guatavita, sino un patrimonio vivo de la nación. Y esto se ha logrado porque existe gran responsabilidad de las universidades, colegios, alcaldías, ministerios, presidencias, bibliotecas y museos que la habitan. Todas estas instituciones han cuidado meticulosamente la fachada y la vida interior de sus casonas. Decía alguna vez Guillermo Londoño, artista plástico de la ciudad, “la humildad que nos ha caracterizado, es la riqueza que hoy pertenece a nuestra comunidad y, por supuesto, a toda Bogotá. La Candelaria está para permanecer en el tiempo, siempre y cuando cuente con el apoyo de todos, ya que somos nosotros tan sólo sus pasajeros”, Lo más grato de regresar al barrio fue conocer de cerca el proyecto “Jóvenes de La Candelaria”, una historia de reconciliación surgida en la localidad, a través de la cual la administración brindó apoyo a un grupo de 18 jóvenes en edad vulnerable, y los convirtió en guías históricos del Bicentenario, dejando atrás su pasado de personas no gratas en el vecindario. En el periódico local, “Candelaria Informa”, se nota la intención de defender la vida cotidiana del barrio, donde encontramos esta reflexión: “Como parte de la socialización de los resultados que habilitan a nuestros jóvenes para trabajar dignamente, el proyecto ha programado una serie de recorridos para estudiantes de colegios, comenzando con los propios padres de familia de estos adolescentes.” Confieso que al leer este periódico sentí envidia verdadera. ¿Cómo integrar a nuestros jóvenes en edad vulnerable a programas sociales que los capaciten para compartir la belleza histórica de Cartagena? ¿Cómo integrar a los comunicadores nuevos para editar un diario del Centro Histórico que fomente el sentido de pertenencia en sectores como San Diego o Getsemaní? Dejo estas inquietudes en manos de la Alcaldía, las universidades y la Academia de la Historia de la ciudad. R.S.V.P. *Directora Unicarta. saramarcelabozzi@hotmail.com
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