Columna


De protestas y otras soledades

MARTHA AMOR OLAYA

01 de octubre de 2012 12:00 AM

MARTHA AMOR OLAYA

01 de octubre de 2012 12:00 AM

Juan Gossaín A. dijo en La W Radio que los cartageneros andamos de brazos cruzados con la situación de la ciudad. Que los jóvenes están aspirando a dirigir las empresas privadas de Mamonal y que a ninguno le importa lo público. Que la gente se queja en las mesas de dominó, pero de ahí no pasan. En sus palabras: “el pueblo es indolente, nadie reclama, nadie levanta una voz…;”
Esos a los que se refiere Gossaín, que sólo se quejan en almuerzos, reuniones y dominó, no van a sacrificar sus relaciones públicas con protestas que les quitan la comodidad del aire acondicionado de los salones de donde no salen. Con esas relaciones han conseguido todo lo que tienen, por lo tanto, no patean la lonchera, no se pueden quejar de la situación que ellos han contribuido a que exista y que perpetúan con su indiferencia y desdén.
A los jóvenes que se refiere Gossaín, son los hijos de éstos, que aspiran a dirigir empresas privadas por todos los malabares que han hechos sus padres para mantener relaciones serviles con quienes ostentan el poder o porque son el poder. Ellos tampoco van a patear la lonchera. Otros prefieren irse porque están llamados a mejores cosas que padecer nuestra ciudad. Ninguno de estos va a protestar.
Aquí lo público tiene dueño y por eso nadie lo defiende. Los mismos de siempre lo manejan a su antojo con el poder que les confiere patrocinar campañas de ingenuos avivatos cuya vanidad e inseguridad los somete al escarnio.
A los otros jóvenes no les duele la ciudad porque nunca ha sido suya. La ciudad ha sido un territorio ajeno, de supervivencia y no de convivencia. Además en esta “ciudad-pueblo” decir algo es condenarse. Lo tildan de resentido sin causa, consigue que nada cambie y sólo logra incomodar a unos cuantos que se regodean cada vez que pueden ponerle el palo en la rueda. La dirigencia de la ciudad, la misma en lo público y en lo privado, convierten al valiente en suicida social y laboral. Ya con esto, muy pocos se lanzan a la protesta. Quienes lo hacen suenan como grito en el vacío.
Esa es la realidad política local, y la gente, aunque hastiada, no tiene campo para las protestas. Estas se hacen con la indiferencia masiva de los que prefieren evitar problemas, derrotados por el statu quo, conscientes de que nada se mueve sin mediar intereses. El egoísmo gana. Hay necesidades de primer orden insatisfechas de las que nadie más se encargará si se dedican a protestar. La gente ha estado sola siempre y no está dispuesta a ocuparse de lo público que miran como “ajeno” y no como el lugar común donde exigir sus derechos. Esa indiferencia es un problema estructural, de gente acostumbrada a la exclusión sistemática, que interiorizó no ser dueños de nada…; ni de la razón.
Lo he dicho: la ciudad está sucia, hedionda, inundada, vendida, pobre, desordenada y además desgobernada. Rogamos por la salud del alcalde, con la misma vehemencia que exigimos claridad, decisión y un pare a la especulación de contratos, vigencias futuras, decretos zonales y burocracia administrativa. Aquí desde una humilde tribuna de opinión, PROTESTO.

* Comunicadora social-periodista.

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