Columna


De todos depende la Cartagena que queremos

REDACCIÓN MUNDO

22 de mayo de 2012 12:00 AM

DUVINIA TORRES COHEN

22 de mayo de 2012 12:00 AM

Al observar la convivencia ciudadana en nuestra Cartagena, notamos mucha intolerancia, inseguridad y violencia. Los cartageneros necesitamos reflexionar sobre esto. El compromiso no es de unos pocos, sino de todos los que vivimos en esta ciudad. El cambio comienza en nuestra casa.
Si las bases espirituales, morales y sociales están bien en la familia, será más fácil la tarea hacia la buena convivencia. Estas bases son semejantes a un hombre que hizo su casa sobre la arena pero cuando vinieron los vientos y los ríos con ímpetu, su casa fue arrastrada y fue grande su ruina. Pero otro hombre hizo su casa sobre una peña bien alta y cuando vinieron los vientos y los ríos, su casa no cayó, porque estaba fundada sobre  la roca.
Hay una ley de la vida que es llamada “la ley de la reciprocidad”, “haz con otros como quieres que los demás hagan contigo”. Uso el término “ley” porque se trata de una norma universal que se encuentra en las sagradas escrituras, en el evangelio según San Mateo, capítulo 7, versículo 12.
¿Qué profundos efectos se derivarían de esta “regla de oro” si se aplicara en todas las instituciones públicos o privados, del Distrito de Cartagena?
Si no te gusta que tu vecino robe tus cosas, no le robes a él. Si no quisieras ser atropellado por un chofer negligente, no manejes mal. Si no te agrada que te indispongan ante otros, no hagas tú lo mismo. Si no te complace que levanten contra ti falso testimonio, no hables falsamente de tu prójimo.
Si anhelas ayuda en tu necesidad, auxilia a otros cuando lo necesiten. Si no nos agradan nuestros caños taponados, no arrojemos basura en ellos. Si no queremos respirar aire contaminado, no contaminemos nosotros tampoco. En nuestro lugar de trabajo no aceptamos ser oprimidos, así que no oprimamos a nuestros empleados.
Practicar esta “ley” revolucionaría  la sociedad y desarmaría nuestro corazón y pensaríamos más en el bienestar de nuestros hermanos cartageneros.
Les ilustro esto con la siguiente historia contemporánea: en 1985, Etiopía estaba en ruinas y faltaba comida por una sequía. Su economía era un desastre y además sufrían miles de muertes por su guerra interna.
Recordemos que en ese mismo año la ciudad de México fue devastada por un terremoto. Al darse cuenta del terremoto en México, los funcionarios indígenas de la Cruz Roja de Etiopía decidieron enviar 5,000 dólares como ayuda a las víctimas del terremoto. ¡Para los etíopes,  era una millonada! Esto enardeció a muchas personas dentro y fuera de Etiopía. No encontraban lógica en la acción de los funcionarios de las Cruz Roja de Etiopía. ¡Ellos estaban más necesitados que los mexicanos! Cuando les preguntaron a los oficiales de la Cruz Roja sus razones, recordaron que México ayudó a Etiopía en 1935, cuando fue invadida por Italia. ¡Esta es la Ley de la reciprocidad!
El sentido del honor despertó la necesidad de ser recíprocos, por encima del sufrimiento propio y mayores necesidades. Esta es la ley, norma o principio que debería regir a toda la sociedad cartagenera.
Si la aplicáramos desde nuestra familia hasta  el prójimo, se reduciría la intolerancia, inseguridad y violencia que azotan nuestra ciudad. Si ponemos todos nuestro grano de arena, ¡Cartagena puede ser mejor!
 
 
*Concejal de Cartagena, Partido de la U

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