Columna


Deber ser por Magangué

AP

23 de febrero de 2012 12:00 AM

CRISTO GARCÍA TAPIA

23 de febrero de 2012 12:00 AM

Sobreaguando en el sopor de sus  caños y las 24 ciénagas que hacen de su geografía un espejo de aguas perpetuas y vengativas, sobrevive Magangué, el legendario asentamiento que en las primeras décadas del siglo XX llego a tener el molino de arroz más moderno de Suramérica.
Y hasta bien avanzado el siglo pasado alcanzó a empotrar 22 molinos más para procesar las 100 mil toneladas de arroz paddy  que, provenientes de la Depresión Momposina, fluían hacia el centro de acopio y comercialización que era aquel estratégico puerto fluvial del Caribe colombiano.
Quizá el más importante del país sobre esa larga y hoy abandonada arteria de progreso y poblamiento que fue el río Magdalena, de cuyo esplendor apenas si quedan, al margen del desarrollo y casi despoblados, los pueblos que crecieron al vaivén de aquellas aguas fundacionales del desarrollo humano, comercial, agrícola y ganadero de una vasta región.
Que eran tiempos otros, asentirán sin mayores cuestionamientos ni remordimientos quienes aceptan como estado natural la decadencia y hundimiento de Magangué; su impasible modorra para sacudirse de la peste del conformismo con lo que fue apareciendo y entronizándose como modo de ser y de hacer y, al final, terminó convertido en modelo de vida, tanto social, como político, económico y cultural, hasta arrasar con aquel promisorio y estratégico centro de poblamiento, comercio, ganadería, agricultura y pesca.
De cuanto aconteció a Magangué en este periodo de prolongadas tinieblas para su progreso y desarrollo, la historia no tiene que hacer prolijas pesquisas y todo quedará al descubierto con su potente y brillante luz porque acaba de acontecer; apenas está pasando y cuanto se espera es que nada quede oculto para que no se repita la catástrofe de la dignidad que asoló aquel puerto; a sus gentes, instituciones y costumbres.
Y ahora sí. A reivindicar la dignidad ultrajada, el honor mancillado hasta el vejamen, la ruta del progreso humano y material, la institucionalidad y la gobernabilidad, de las cuales apenas si se tenían remotas y vagas noticias, porque Magangué era como una regencia ultramarina para esos menesteres tan caros a la democracia y al Estado.
Por tanto, que ningún magangueleño se sustraiga de la convocatoria que encarna el deber ser por Magangué, encabezada por  Marcelo Torres Benavides, su Alcalde, ese aguerrido fogonero de la causa de la dignidad y de probado ejemplo en la defensa de los derechos sociales y del progreso del colectivo humano, a cuyo empeño e irrevocable compromiso se debe la avanzada de restauración política, social y moral emprendida por Magangué.
A todos y cada uno de los habitantes de aquel puerto del sur de Bolívar, a Marcelo Torres, su alcalde, les decimos, colombianos y colombianas de todas las clases, ideologías y geografías, que en esa travesía de la dignidad los acompañamos con nuestro apoyo y solidaridad y los instamos a avanzar sin parar mientes en las amenazas y acciones intimidatorias que los desalojados del poder llevan a cabo para desalentarlos.
“A Magangué hay que apoyarlo”, ha proclamado y reiterado el Presidente Santos. Y si su palabra es honrada, comprometida y solidaria, ¡llegó la hora, Presidente!

*Poeta

elversionista@yahoo.es
@CristoGarciaTap

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