Columna


Del Nobel Vargas Llosa

VICENTE MARTÍNEZ EMILIANI

11 de octubre de 2010 12:00 AM

VICENTE MARTÍNEZ EMILIANI

11 de octubre de 2010 12:00 AM

La justa concesión del Nobel de literatura a Mario Vargas Llosa pone, en primer plano, la escalada de parte de su obra al cine, con la filmación de “La Fiesta del Chivo”, una de sus creaciones cimeras sobre las dictaduras continentales. Se trata del imperio de Rafael Trujillo Molina en República Dominicana, que se erigió en ejemplo sin precedentes de irrespeto abominable a los derechos humanos y en paradigma de lujuria babosa y enfermiza. El consagrado novelista peruano escribió sobre el reyezuelo tropical, un libro alucinante –llevado a la pantalla– en el que se mezclan el minucioso conocimiento del tema y la amenidad de una narración que atornilla al lector desde la primera página del relato que dibuja con precisión una época sombría de la historia del Caribe. “La Fiesta del Chivo” es, sin duda, la obra mejor lograda que se ha escrito sobre las dictaduras en América Latina, una región pródiga en tiranías, en la que han proliferado los déspotas que, desde José Rodríguez de Francia, en Paraguay, en el ochocientos, hasta Fidel Castro, se han sentido elegidos por la providencia. La historia de nuestra América está signada por los dictadores, y su literatura se halla pletórica de su vida y sus hazañas. Pero tal vez ninguna de las satrapías del continente llegó al desprecio del ser humano, al irrespeto a la mujer, ni a la degradación de los hombres, como los que impuso Trujillo en República Dominicana. Su egolatría delirante y su sexualismo desenfrenado superan la más fértil de las imaginaciones. Lo mismo que la sumisión de sus subalternos que no dudaban en entregarle a sus propias hijas para que el amo, entre sábanas y desfloramientos, los acogiera bajo su ala protectora. El caso más estremecedor, según Vargas Llosa, es el de Uranita, primogénita de un ex ministro que, caído en desgracia, la envió como presente al viejo rijoso como pruebas de su lealtad ilimitada. Pero la vida le deparó la peor de las vergüenzas al anciano lascivo que, tembloroso e impotente, se tuvo que limitar a rasgar con sus dedos la virginidad de la criatura, mientras se estremecía abochornado en medio de su arrechera senil A la par con los vicios de Trujillo estaban los de su hijos, encabezados por Ramfis, para quien el poder carecía de fronteras y cuya prepotencia obligaba a prosternarse a hombres y mujeres del país. Las mejores narraciones de Vargas Llosa son las que se basan en hechos históricos. Pero “La Fiesta del Chivo” supera a todas las otras. Y puede considerarse la más acabada que se ha escrito sobre las dictaduras americanas, hasta rebasar a novelas, ya sacralizadas, como “El Otoño del Patriarca” de García Márquez, “Yo, el Supremo” de Roa Bastos, “Señor Presidente” de Miguel Ángel Asturias, y en “La casa del pez que escupe el agua” de Herrera Luque, fresco iluminado de la época de Juan Vicente Gómez. Trujillo ha sido el más escandaloso de los tiranos americanos. Y el libro de Vargas Llosa, que salta ahora al primer plano, lo muestra al desnudo, con sus llagas y pestilencias. Más que merecido el premio universal al eminente escritor peruano, figura de primera línea de la literatura española en el mundo. *Ex congresista, ex embajador, miembro de las Academias de Historia de Cartagena, y Bogotá, miembro de la Academia Colombiana de la Lengua. academiadlhcartagena@hotmail.com

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