Columna


Después de la cumbre, TLC

DARÍO MORÓN DÍAZ

21 de abril de 2012 12:00 AM

DARÍO MORÓN DÍAZ

21 de abril de 2012 12:00 AM

La Cumbre de las Américas demostró que Cartagena, en Colombia, es el escenario apropiado para desarrollar reuniones continentales. En la Cumbre hubo propuestas en materia de política exterior y otras en los aspectos económicos y sociales. Es obvio que encuentros de estas características: en Punta del Este, en Cancún, en Davos, en Paris, etcétera; tienen costos, pero debe medirse el beneficio que se obtiene con ese tipo de reuniones en los países sedes, no detenerse en nimiedades, máxime si esos presupuestos están avalados por los gobiernos centrales.
La Cumbre contó con la presencia de los actores sociales, también con más de seiscientos empresarios de toda América Latina, amén de los presidentes del hemisferio lo cual confirma que Colombia, en la hora de ahora, es un escenario abierto a los debates de todo tipo, sin permitir la polarización y enemistad entre las naciones como se venía estilando en el pasado en materia de relaciones con los vecinos.
Colombia asumió el liderazgo y logró avances en la política exterior, por tanto no deja de ser una insensatez negarlo. El Presidente Juan Manuel Santos anunció, previamente a la reunión, algunos temas que fueron discutidos en las deliberaciones. Como resultado, sin propiciar bandos antagónicos se ventilaron situaciones como la presencia de Cuba en las Cumbres, la discutida soberanía de las Malvinas y el enfoque hacia una nueva política contra las drogas e inclusive la legalización.
Lo destacable fue la tolerancia y ese final sin fisuras; algunos consideran que por no haber una declaración final la cumbre perdió densidad. Es menester puntualizar que esas declaraciones muchas veces resultan documentos de una retórica desactualizada en el mundo globalizado de hoy. En la Cumbre hubo coincidencia entre la mayoría de los jefes de estado, en los temas planteados, que sobrevivieron y que los organismos multilaterales y las Naciones Unidas trabajarán sobre los mismos, como lo expresó la canciller de Colombia María Ángela Holguín.
TLC. Desde hace muchos años en este país ciertos sectores y regiones no quisieron aceptar que las industrias y fábricas debían instalarse en los lugares donde la exportación fuese más fácil, es decir en o cerca de los puertos marítimos; así es en los países que marcan la pauta en el progreso. Un híspido regionalismo adobado de una tozudez absurda no dejaba ver más allá de sus narices a los promotores de tales soluciones. Fábricas e industrias en medio de las montañas resultaban propuestas absurdas, si con visión futurista querían exportar. Ahora al anunciarse la vigencia del TLC, tardíamente, se convencerán de tal equivocación.
Las industrias y fábricas en lugares distantes de los puertos fue una decisión errada por no calificarla de otra manera. El TLC muestra esa cruda realidad tantas veces negada, que hoy es necesario rectificar.
COLETILLA.-Los dirigentes gremiales de Cartagena deben presentar las propuestas a los empresarios nacionales y extranjeros a fin de que esas fábricas e industrias se instalen en Cartagena y no que sean otras ciudades del litoral las que abran las puertas a ese macro desarrollo.

*Ex Director de El Universal. Académico de Número de la Academia Nacional de Medicina, de la de Cartagena y de la de Historia.

dmorond@gmail.com

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