Columna


Personajes de distinta índole, formación y condición armaron empresas para arrebatar dineros al Estado. El destape en la DIAN es el escándalo actual. No el último. Doquiera que se corra el telón los hallazgos mostrarán asaltos al tesoro.
La presentación política de las oscuras maniobras delincuenciales induce a pensar que una casta particular de colombianos, los uribistas, usaron el Estado para enriquecimiento propio y sus amigos; si se encarcela esa significativa tropa de uribistas, Colombia está purificada. Juan Manuel Santos es el capitán de la tarea de airear las trapisondas, que quedan como repugnante pasado no heredado pues el Presidente y quienes lo acompañan son ejemplo de pureza administrativa, ajenos a todo turbio pretérito.
Discrepo de esa acomodada presentación. Lo que evidencia la interminable sucesión de hechos tramposos es la corrupción generalizada de nuestra clase política, que ha permeado grandes espacios de las distintas capas sociales. Si se hiciera una discriminación de las filiaciones políticas, postizas o reales, de los ladrones del tesoro público, ya no diremos uribistas, sino conservadores, la U, Cambio Radical, liberales, Polo Democrático, y, en fin, todo el espectro político queda impregnado de corrupción. Además, reconoceremos que los uribistas de ayer son santistas hoy.
Por eso es injusto que en el caso de Bogotá se direccione la responsabilidad hacia el Polo, en tanto que cuando se trata de Etesa, AIS, Estupefacientes, Dian, Salud, Senado y demás, no se haga la misma adjudicación partidaria y se diga Cambio Radical, el Partido Conservador, la U, el Partido Liberal y demás. Y aún el caso de Bogotá es tratado con sesgo, pues se sindica al Polo pero no se señala a los partidos que con sus miembros en el Concejo apoyaron cuanto hicieron Morenos, Pardos, Inocencios, Moralesrussi y demás encartados.
Los partidos no han sido leales con el pueblo. Ninguno acepta sus responsabilidades, ninguno se compromete a una valerosa y dura depuración interna. Las purgas éticas les suscitan espanto.
Por eso resulta lamentable para la construcción de una democracia sana que el Partido Verde haya brincado a la coalición de Gobierno. No quiero preguntar en qué basurero arrojaron el “no todo se vale” esgrimido contra Santos. Me inquieta que los marcos de oposición se reduzcan. Todos los partidos y movimientos, excepto los restos del Polo que no se llevó Petro, son gobierno ahora. Si con la híspida oposición que tuvieron Samper, Pastrana y Uribe el país fue asolado por la corrupción, ¿qué nos espera cuando todos tengan las manos en el pastel, y, ni siquiera por codicia o envidia, haya quien denuncie a los que se estén metiendo en el bolsillo los dineros del pueblo?
Que sólo el cinco por ciento del Congreso milite en una oposición declarada es un ominoso signo para nuestro sistema político. Todos sabemos que no son desveladas preocupaciones patrióticas las que han hecho confluir en el gobierno de Santos a los partidos y movimientos otrora opositores; sabemos todos de la habilidad del Presidente para hacer zalemas, cautivar y distribuir. Ya veremos cómo los vencidos por Santos izarán las banderas del presupuesto y la burocracia, esto es, de las fuentes de riqueza. Y los felices partidos, a una, construirán más corrupción.

*Abogado – Docente de la Universidad del Sinú – Cartagena

hhernandez@costa.net.co
 

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