Columna


Diplomacia con dignidad

MAURICIO CABRERA GALVIS

22 de mayo de 2011 12:00 AM

MAURICIO CABRERA GALVIS

22 de mayo de 2011 12:00 AM

La renuncia del embajador de Colombia en Venezuela, salpicado por el escándalo de la defraudación multimillonaria de los Nule es significativa y confirma el giro radical dado por Santos a las relaciones internacionales frente al amiguismo clientelista de Uribe.


Los medios desplegaron la historia de las conexiones y negocios del ex embajador Bautista con empresas de los Nule, pero ese no es el aspecto más importante de la noticia. Negociar con esos caballeros de industria cuando eran ricos y famosos puede ser una falta de criterio, pero no un delito. Más aún, Bautista no fue condenado por ningún juez, acusado ni vinculado a ningún proceso, por ahora solo es claro que tuvo amistades malas.
Entonces ¿por qué el gobierno cambió de embajador en un momento crucial para las relaciones con Venezuela? Tal vez porque dentro de los nuevos criterios con que el presidente y su canciller manejan la diplomacia es una muestra de cortesía y respeto con los vecinos que nuestros representantes no tengan reparo o cuestionamiento doméstico.
Qué diferencia con el comportamiento de Uribe, que llamaba “buenos muchachos” a personajes como Jorge Noguera o Salvador Arana y los mantuvo como sus representantes diplomáticos en Italia y Chile casi hasta que la justicia los obligó a regresar para condenarlos por sus delitos. No extraña esa conducta en un mandatario que le pedía a sus parlamentarios investigados por la Corte Suprema que le dieran sus voticos antes de irse a la cárcel.
Lo peor es que el ex presidente continuó su proceder aún después de perder la posibilidad de ser reelegido. Intentó que “uribito”  fuera embajador en Italia, y como ya no puede nombrar como diplomáticos a sus funcionarios procesados por la Justicia, les ha aconseja buscar asilo político para eludir sus responsabilidades penales. La ex directora del DAS le hizo caso y con la complicidad del presidente de Panamá, está prófuga de la Justicia allá; el ex ministro Pretelt también lo intentó en Costa Rica pero sin éxito.
Si Colombia quiere ser respetado y escuchado internacionalmente, un requisito básico es respetar a los gobiernos de otros países, enviándoles representantes dignos. ¿Qué respeto puede tener Italia (no Berlusconi, muy ocupado defendiéndose de sus propios jueces por sus aventuras extramaritales con menores de edad) por un gobierno colombiano que le manda cuatro embajadores o cónsules investigados por la Justicia, dos de ellos ya condenados?
El caso del embajador en Venezuela es muestra clara de una diplomacia con dignidad aunque, repito, Bautista no tiene proceso abierto con la Justicia ni organismos de control. Pero aún quedan como herencia del gobierno anterior embajadores investigados por la Justicia, y por casos muy serios, a los cuales el presidente Santos debería remover.
El embajador en el Vaticano (otra vez en Italia, ¿qué nos ha hecho ese país?), el antiguo secretario de prensa de la Casa de Nari, implicado en las chuzadas, por lo que ya fueron llamados a juicio el ex secretario de la Presidencia y la ex directora del DAS. Y los embajadores en Perú, Jorge Visbal, y en República Dominicana, Mario Montoya, tienen procesos en su contra. Ninguno está condenado y se presume su inocencia, pero deberían renunciar por la dignidad del país.

macabrera99@hotmail.com
 

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