Columna


Disidente chino

ÓSCAR COLLAZOS

11 de diciembre de 2010 12:00 AM

ÓSCAR COLLAZOS

11 de diciembre de 2010 12:00 AM

Ayer se entregó en Oslo, Noruega, el Premio Nobel de la Paz al disidente chino Liu Xiaobo. En vista de la ausencia obligada del galardonado, se dejó una silla vacía. Ni la mujer ni los familiares de Liu pudieron asistir a la ceremonia de entrega de una distinción que el gobierno chino calificó siempre de “obscena.”
El ahora prisionero político fue condenado a finales de 2009 a pagar once años de prisión por "incitar a la subversión del Estado". Mejor dicho, por hacer oposición en uno de los países más poderosos de la tierra, un país que por su creciente influencia económica ejerce una indiscutible presión sobre sus socios.
Liu Xiaobo obtuvo el Nobel de la Paz “por su larga y pacífica lucha por los derechos humanos fundamentales en China", pero el argumento no dice nada a los gobernantes que lo convirtieron en prisionero político. Tampoco parece decir nada a los países que no tuvieron representación en el acto de ayer.
Entre los países que hicieron presencia en la ceremonia de ayer se encuentra Colombia, pero en la persona del agregado comercial, no del embajador, representación simbólica del Presidente. No asistieron representantes de Rusia, Cuba, Venezuela, Marruecos, Egipto, Túnez, Sudán, Serbia, Filipinas, Irak, Irán, Vietnam, Paquistán, Afganistán, Kazajistán, Arabia Saudí y Ucrania.
Aunque la diplomacia soporta cualquier explicación, la ausencia de representantes de muchos países en la entrega del Nobel de la Paz tiene una dosis alta de hipocresía y oportunismo. ¿Se teme disgustar al dragón despierto? ¿Ejerce algún chantaje sobre sus socios comerciales la todopoderosa diplomacia china?
Las razones de este alineamiento oportunista son económicas, más que políticas. Nadie ignora la presencia expansiva de la economía china en los lugares más impensables del globo, el atractivo irresistible de un país consumidor y la posibilidad de que en poco tiempo China sea la primera economía del mundo y amarre su poderío a la doble condición de importador y exportador.
Además de censurar la difusión de cualquier información sobre el Nobel, el gobierno chino cerró el acceso a las grandes cadenas occidentales. El blindaje informativo que se impuso alrededor de Liu Xiaobo no es nuevo. El gobierno chino parece no estar dispuesto a aceptar desórdenes individualistas en su casa ni a tolerar que las democracias de Occidente con las que negocia le hagan el juego a estas voces discordantes.
Lo que los demócratas de Occidente entendemos por derechos humanos es algo que a los chinos les importa un bledo. De allí que sea simplemente incomprensible que un grupo de países capitalistas y unos pocos comunistas acepten la posición del gobierno chino. Esta aparente incongruencia solo tiene una explicación económica.
La intolerancia del gobierno chino tiene un sesgo ejemplarizante. Manda un mensaje hacia dentro y otro hacia fuera. Por un lado, dice que no tolerará disidencias internas. Por el otro, que reclamará lealtad política de sus socios económicos. Para lo primero existe un sistema férreo de control policivo, para lo segundo la fuerza disuasoria de los acuerdos comerciales.

*Escritor

salypicante@gmail.com



 

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