El divertimento es una obrita literaria o artística destinada a divertir a la gente amiga del teatro alegre, y a desfogar, de paso, al elenco que la representa. A veces desfoga más al elenco de lo que divierte al público. Fue por eso por lo que Bernardo Moreno, Andrés Felipe Arias, su viceministro Fernández, María del Pilar Hurtado, Mario Aranguren, Andrés Peñate y el resto de coestrellas de la Compañía Teatral de la Seguridad Democrática, resolvieron protagonizar varios divertimentos, luego del éxito de otro muy célebre, el de la Yidispolítica, que fue el pasaporte de la reelección presidencial. En los preparativos de dos de ellos los asaltó cierto temor el día en que fracasó el divertimento titulado Carimagua. Sin embargo, a la semana, resultó un fenómeno de taquilla el divertimento titulado Zona Franca, que produjo una ganancia neta de treinta y tres mil millones de pesos gracias a los desvelos del alcalde de Mosquera, Cundinamarca, y a la actuación magistral de dos jóvenes actores que habrían honrado los intereses creados en cualquier gala de Madrid. Los más resonantes de la temporada prevista fueron los divertimentos titulados Chuzadas y Agro Ingreso Seguro. La representación de Chuzadas se llevó a cabo en el teatro DAS y la de Agro Ingreso Seguro en el teatro Minagricultura. Nadie sabe quién los dirigió, pero Chuzadas fue laberíntico y Agro Ingreso Seguro esplendoroso y fecundo como los huertos levantinos en la Madre Patria. Inundado por el potente río de Aristófanes –tomo la frase de Alberti sobre Rojas Zorrilla en relación con Lope–, el anónimo que dirigió los nuevos divertimentos de la Seguridad Democrática acomodó el argumento de Chuzadas para que la burla que utilizó en las escenas ensuciara con el verdín del desprestigio al personaje plural de la pieza conocido como “interceptados”. Una adaptación genial e irrepetible, característica de una inteligencia superior. Sólo un Procurador negado para el humor podía tomar en serio las funciones de teatro ligero montadas por esos muchachos, que pertenecen a la generación de la sinergia empresarial, con la Inteligencia del Estado y los subsidios a unos terratenientes con síntomas de iliquidez, sabiendo como buen católico que el Santo Labrador –San Isidro– no distingue entre los labriegos y los industriales de la tierra. Menos mal que su pliego de cargos le derivó a Arias un cáncer terminal en un simple catarro. Apenas natural que un jerarca tan devoto saque de su chistera un milagro. Arias y Fernández son peleadorcitos y se sienten capaces de desbaratar los cargos que les formularon. Bernardo Moreno, en cambio, se duele de que ese mismo Procurador no hubiera comprendido que su misión, la de Moreno, como la de San Bernardo de Claraval con el abad de Citaux, era informarle todo a un profeta que habla desde lo alto y exige más fe que razón. Para los caudillos providenciales, la voluntad de poder y el heroísmo trágico son inseparables. Para el profeta, son divisibles. El profeta se reserva la voluntad de poder y les subroga el heroísmo trágico a sus áulicos. Esto lo olvidó Bernardo Moreno. La temporada continúa. Siguen a la venta los abonos. Ahora figura en la cartelera del teatro Capitolio el divertimento de la Comisión de Acusación titulado “Busquemos al director”. *Columnista y profesor universitario carvibus@yahoo.es
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