Si este que pisamos, y pisoteamos, es un país de crédulos, y un “Estado mafioso”, y hasta confesional y teocrático, ¿por qué no creerles acá a los supremos comandantes paracos extraditados, y a sus socios narcotraficantes camuflados de paramilitares, cuanto ahora están diciendo en las cortes americanas?
¡Porque no le conviene al “establecimiento”, estúpido!, dirá de una Perogrullo.
Y porque por esas bocas sí se va a saber la verdad verdadera que tanto ha perseguido de boquilla la Justicia, pero que, cuando la encuentra, ¡zas!, la deja escapar. O, como los mismos de las AUC suelen decir, porque les prometen inmunidad e impunidad para que no digan cuanto saben.
De la cual verdad, dicen ellos, si llegare a conocerse estremecería los cimientos del establecimiento y no dejaría títere con cabeza. De los grandes por supuesto.
Porque lo que son policías, cabitos, escribientes de juzgados, notarios de pueblos y especies menores, de cuyas ayudas se valen los ayudantes del patrón para “coronar” sus vueltas, de esos todos los días vemos saltar sus cabezas en titulares de prensa, radio y televisión.
Y hasta ahí, porque las jerarquías, cualquiera sea la parte de la nomenklatura que ocupen, hay que respetarlas y preservarlas, entendida esta como la patente que se dispensan entre sí sus cuadros, fuerzas y aparatos administrativos para concitar con la delincuencia la toma del país.
Eso de que de los “mejores policías del mundo”, por decir, no se puede sospechar porque se incurre en delito de lesa patria o de “venganza criminal”, es algo que está induciendo a otra lectura, la contraria. Y como tal hay que permitirla y confrontarla para que aparezca la verdad verdadera, esa misma por la que tanto clama la sociedad colombiana pero de la cual el establecimiento no quiere que se dilucide ni divulgue ni juzgue.
No puede ser que tantos criminales vengadores, los comandantes AUC extraditados, coincidan en las cortes americanas acerca de que sus perseguidores oficiosos en el país formal que estos encarnaban con su investidura y poder, eran sus asociados y aliados en la empresa que los llevó a ostentar la condición de criminales por la cual se les juzga allende la patria refundada.
De perseguidos por una justicia, unas armas, un poder oficial que, según sus testimonios en tan distante geografía, servía sus intereses con largueza y permisividad; los acogía y dispensaba membrecías y honores sin limitaciones ni el más leve asomo de pudor y vergüenza por su felonía.
Si cuanto los extraditados saben y se empeñan en contar de ellos y de sus asociados de alta jerarquía y poder en la legalidad no es creíble, lo más conveniente sería tantear un cambio en los términos de la ecuación hasta ahora planteada.
Vale decir, creerle a los bandidos, lo cual no resultaría tan fuera de contexto si otras veces se les tuvo como únicos voceros de la verdad revelada, aunque hoy se les descalifique y asuma como difamadores, resentidos y emisarios de una “venganza criminal”.
Es probable que, y es la incógnita a despejar, sean otros los que estén escamoteando la verdad verdadera y no quienes de facto ejecutaron las acciones devastadoras de criminalidad que hoy quieren contarle al país pero que no los dejan.
¡Eche! Déjenlos que cuenten.
*Poeta
elversionista@yahoo.es
@CristoGarciaTap
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