Columna


Ejercicios de yoga

RODOLFO SEGOVIA

27 de noviembre de 2010 12:00 AM

RODOLFO SEGOVIA

27 de noviembre de 2010 12:00 AM

Relajación cuantitativa, traducción al español de Quantitative Easing, parece un ejercicio de yoga. Pero no, es el eufemismo para que el Banco de la Reserva Federal imprima dinero destinado a la compra de bonos del Tesoro, durante ocho meses a razón de 75 mil millones mensuales, como en cualquier país subdesarrollado de otros tiempos.La receta llega con el aura científica de la teoría económica: liquidez adicional traerá la baja de los intereses de largo plazo e inducirá a invertir y a generar empleo. Y la creación de empleos gringos es buena para el mundo. Ni los socios comerciales de los EE UU ni sus acreedores se comen el cuento.
El dólar se convirtió en moneda universal de reserva a partir de la Conferencia de Bretton Woods en 1944; el privilegio de un imperio que se comprometió a reconstruir Europa y a protegerla del oso ruso. No sería la primera moneda de aceptación universal. El áureo solidus bizantino reinó más de mil años. El peso plata español de ocho reales extraído de las minas americanas fue durante dos siglos y medio el invariado patrón del mundo. Don Sancho Jimeno se distinguió en Cartagena por tratar de impedir que unos piratas felones se apoderaran en 1697 de los pesos acumulados en casa.
La estabilidad del contenido en oro y plata caracterizó las monedas de larga duración. El equivalente en una moneda de reserva moderna sería el equilibrio fiscal, que se desajusta cuando la sociedad emisora acumula deudas en demasía y diluye su divisa. Es el abuso de la posición dominante; la traición de una fiducia por el monedero falso. Y es lo que está acaeciendo con el dólar.
Hasta el humilde peso colombiano se ha revaluado, tardía venia a la bravata de un ministro de Hacienda de hace casi 50 años quien, mientras el peso se despeñaba, prometía que “iba a arrodillar al dólar”. El dólar está haciendo genuflexiones solito. Su pérdida de valor por dilución asalta el bolsillo ajeno. Los acreedores de los EE UU perciben, con razón, que les van a pagar con menos de lo que esperaban al haber pospuesto consumos futuros para financiar al deudor.
La moneda-reserva debe ser no sólo medio de intercambio con aceptación universal, cosa que el dólar satisface, sino también, según la definición clásica, depósito de valor. La relajación cuantitativa profundiza la desconfianza de que cumpla la segunda condición. El coro de los agredidos se escucha en los mercados. En la exasperación, la última reunión del G20 cerró cacofónica.
Guerra de divisas. Los medios acuden a metáforas marciales entre otras cosas porque China almacena tres millones de millones en bonos del Tesoro y, para proteger sus exportaciones, se niega a revaluar. Curiosamente, en la China de antaño, que carecía de oro y plata para acuñar, la moneda (discos de metal, de cerámica, papel) poseyó en menor grado la connotación de símbolo de valor. Lo macizo era acumular bienes del mundo real.
Aburrida de guardar electrónicamente una divisa de reserva amenazada por relajaciones cuantitativas, la China se ha lanzado a comprar con entusiasmo lo que le ponen por delante. Sabiduría milenaria para los que se preguntan qué hacer con sus ahorritos.

rsegovia@axesat.com
 

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