El agua de Sincelejo es legendaria, casi una mitología de naufragios. Y es que a una ciudad que no tiene mitología ni mitos, hay que fundarle y conformarle uno con la más aberrante y dolorosa calamidad humana: la sed.
De ahí que, a falta de una mitología fundacional que alimente su imaginario de grandeza, Sincelejo tenga el agua como realidad de frustraciones.
Sí, porque de eso, de frustración en frustración, de desesperanzas, se alimenta y vive emocionalmente esta ciudad enmarcada en el mero centro de la extensa sabana Caribe; cruce de caminos entre los cuatro puntos cardinales del país; salida y entrada de colombianos de todas las clases; ruta del comercio, los negocios, el progreso y el desarrollo, que se diseminan por la geografía nacional.
Lo último, si nos atuviéramos a cuanto postulan al respecto las ciencias económicas, sociales, políticas y demográficas aplicadas al surgimiento, desarrollo, crecimiento, avance y perfeccionamiento de las ciudades como elementos dinamizadores del desarrollo y progreso humano con todas sus variables.
Pero con Sincelejo no se dan las condiciones mínimas para aplicar a tales representaciones y se perciben y viven situaciones y realidades que las contradicen y dejan mal paradas, y sedientos a perpetuidad al conjunto de sus habitantes, unos 250 mil, entre permanentes y desplazados en esta precaria urbe.
Y todo, o en buena parte, porque Sincelejo, capital de Sucre, no tiene agua. Porque el acueducto de Sincelejo hace más de medio siglo no existe como no sea en el también precario imaginario que del agua y su importancia para la vida tienen sus habitantes.
Porque la una y tantas veces que el Gobierno nacional ha dispuesto cualquier cantidad de plata para construirlo, se la han robado impunemente los sucesivos administradores, gobernadores, alcaldes, intermediarios y politiqueros, que descubrieron desde hace medio siglo que el agua de Sincelejo es la forma más expedita de hacerse ricos sin esfuerzo y sin riesgo de ser procesados por concierto para delinquir, por peculado por apropiación o por cualquier otro delito derivado del agua de Sincelejo. O cuando menos, de ser denunciados.
Así las cosas, queda advertido el presidente Santos del extremo cuidado y celo que debe tener con los 70 mil millones que acaba de soltar, junto con la vacuna del papiloma humano, para el acueducto de Sincelejo, no sea que se los lleve el aire podrido que corre por sus tuberías y ductos.
Y, otra vez, los sincelejanos hipotecando a perpetuidad su sed vergonzante a la avaricia incontenible de la corrupción consentida y prohijada desde las alturas del poder nacional y local que dispensa y dispone presupuestos sin control para que vayan a dar al pozo de la dicha de los pícaros del agua de Sincelejo.
En tanto el Presidente suelta 70 mil millones para un agua siempre en entredicho, ni el concesionario ni el alcalde de Sincelejo han dado cuenta alguna de los 20 mil millones que, poco antes de salir de la Casa de Nariño, trajo Uribe para remediar la sed de Sincelejo.
Ojalá, en nuestro clamor por la sed irredenta, nos oiga el Presidente y no acabe nombrando, por recomendación de los políticos, a cualquier Herodes Ático para que construya y administre el acueducto que acabará con la sed de Sincelejo.
¡Ojalá!
*Poeta
elversionista@yahoo.es
@CristoGarciaTap
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