Columna


El amor es el bien mayor

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

31 de octubre de 2010 12:00 AM

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

31 de octubre de 2010 12:00 AM

La falta de amor es la raíz de muchos de los problemas personales o colectivos. Muchas veces, no nos amamos adecuadamente unos a otros. Por ejemplo, cada vez son más los niños que no son acogidos en un hogar estable, en el que vivan el amor incondicional, como base para formarse en virtudes, sentirse aceptados, valorados, estimulados y educados de manera apropiada. Las familias y el mundo pueden ser renovados si nos conectamos con la fuente del amor: Dios. Él llena desde adentro los vacíos en el alma y colma hasta rebozar, para que quien lo reciba, pueda convertirse en vehículo de su amor hacia los demás. Su amor, es el bien mayor, capaz de transformarlo todo. A veces, buscamos a Dios sólo porque tenemos necesidades físicas o materiales, o no lo buscamos si pensamos que podemos solucionar nuestros asuntos nosotros mismos. Dios no nos ofrece sólo ese tipo de soluciones, eso es lo menos importante. Para solucionar muchas, ya nos dotó de cualidades y capacidades innumerables. Dios se nos da Él mismo, nos dio a su Hijo y nos da su Espíritu, para que podamos amar, vivir en el bien y disfrutar de la vida con sentido y deseo de plenitud y eternidad; para que vivamos con gratitud por cada segundo de vida, con fortaleza en las circunstancias difíciles y así nos ayuden a madurar; para que experimentemos el gozo y la paz interior; para que vayamos descubriendo la verdad de nuestra existencia y con su amor y perdón nos vayamos transformando interiormente, conquistando la libertad interior y la capacidad de vivir de acuerdo a sus leyes de amor. ¡No nos conformemos con menos! Él está disponible para nosotros en cada Sagrario, en su Palabra, expresada en la Santa Biblia, en los Sacramentos, en la oración, en la comunidad de creyentes, en la maravilla de la creación y en cada ser humano que se abra a su amor. Él vence nuestras oscuridades interiores causadas por debilidades, complejos, frustraciones, desesperanzas, resentimientos, tristezas, depresiones, pecados y atraviesa incluso la muerte, para que resucitemos en comunión con Él y con todos los santos que ya disfrutan en la Iglesia triunfante en el cielo. Dice la beata Anna Katherina Emmerick que el egoísmo es nuestro pecado mayor. Éste nos lleva a la soberbia, que es creer en nuestra autosuficiencia sin Dios, es creer que lo que somos es por mérito propio, es no querer aceptar que la mejor manera de amarnos a nosotros mismos es amar y servir a Dios y a los demás: “Fuimos creados por amor, por el amor, para amar. Sólo seremos verdaderamente felices en la medida en que nos asumamos como instrumentos del amor”. Profundicemos nuestra relación con Dios. Hablemos con Él desde el fondo del corazón y veremos que su promesa de que permanecería con nosotros hasta el final de los tiempos, es una realidad. Está aquí, esperándonos con paciencia, porque nos quiere hacer partícipes de su Reino de Amor. Busquémoslo y nos llevaremos la sorpresa que ya Él nos buscaba a nosotros y nos deseaba perdonar y sanar, como a Zaqueo, en el evangelio, que se subió a un árbol para ver a Jesús y Él le dijo: “Baja, que conviene que hoy me aloje en tu casa”**, así nos dice a nosotros para alojarse en nuestro corazón, en nuestra alma, en nuestras familias y comunidades, para llenarnos de su amor y misericordia”. **Lc 19, 1-10 *Economista, orientadora familiar y coach personal y empresarial. judithdepaniza@yahoo.com

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