Columna


El campeón

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

10 de diciembre de 2011 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

10 de diciembre de 2011 12:00 AM

Siquiera que no tiene Parkinson. Esa enfermedad que devastó al más grande: Clay, Alí o como quieran decirle ahora.
La suerte no iba a ensañarse con Pambelé, quien arriba del ring fue menos golpeado que la mayoría de los peleadores. Alí, que también era un virtuoso, tuvo una noche trágica cuando Joe Frazier lo maltrató con su izquierda repetida y poderosa.  
Alí era la gracia del intocable montado en el rutilante ensogado. Pero Pambelé era la  precisión, la distancia, la seguridad y el poder. Pegaba y no se dejaba pegar.
Momentos inolvidables vivimos ante el televisor en las madrugadas, cuando frente a los públicos hostiles del oriente destruía fogosos y resistentes peleadores asiáticos. El país se levantaba temprano a una misa pagana hombría y patriotismo. Después de un concierto de puñetazos certeros, el brazo en alto y las notas del Himno Nacional. En medio de  dificultades y penurias reconfortaba el sentimiento patrio. 
El circo adquirió dimensiones colosales. El ídolo continuaba su carrera prodigiosa. El ritual de la lucha contra la pobreza, contra la muerte, pero sin hacerla necesaria. Ese pasar el plano de lo utilitario para conquistar el ámbito de lo sagrado.
Aquí, donde alguna vez preguntaron quién era ese que estaba con Petaca Rodríguez, y era el Presidente Ospina, Caraballo se dio el lujo de calificar a otro gobernante de Chichipati. Pambelé se codeó con presidentes y magnates. Era la atracción de todas las miradas y los sentimientos de admiración.
Fue más importante que todos. García Márquez,  vanidoso y chispeante,  se lo decía a los Lleras, quienes no llegaban a estar en el ranking.
Quien nace en la adversidad, cuando supera las epizootias del dolor y la escasez, ya es campeón del mundo. Si lo ratifica en un ring no importa título, cinturón o corona.
Bellas hembras, restaurantes finos, Bally se puso en sus pies y era el rey de los amigos. Con poco entrenamiento y ninguna preparación física seguía su ruta triunfal de demolición.
La veneración nacional cesa cuando pierde ¿Quién soporta ese cambio brusco, esa crueldad? Se gasta la plata o se la deja robar. El milagro de haber escapado, transitoriamente, al hambre y la miseria, se acabó. Cae de nuevo en las dificultades más duras. Trago, rumba y drogas.
Entonces desdén, críticas, censuras y desprecio.  
Sobre Antonio Cervantes caen todos a una. Pretenden que además de ser un fenómeno del deporte tenga condiciones de inversionista, con la “austeridad” y la planificación de Wall Street. Los dioses no saben de esas minucias.
Claro que esta persecución nacional obedece a que sobrepasó a todos los pensadores, con una frase que parece de Confucio: “es mucho mejor ser rico que ser pobre”.
Como dice Carlos Vives con ritmo Caribe, “Hoy la vida lo tiene contra las cuerdas”. Lo peor es que se le acabaron los sueños. Las fuerzas están deterioradas. Pero no puede enfrentar la imaginación y los recuerdos ante lo indispensable y sus penurias. El es una institución maltrecha y lastimera. Es un recuerdo de poder y alegría. Su desamparo contrita. No importa su responsabilidad. Todos le debemos algo. Coldeportes, IDER y todas esas entidades deben hacer un nuevo esfuerzo para ayudar a quien tuvo el honor del Pabellón Nacional en su pantaloneta.

*Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario.

augustobeltran@yahoo.com

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